Año 432 de la Primera Edad del Sol: nace Beren, primogénito de la Casa de Bëor
Ladros, Dorthonion — Año 432 de la Primera Edad
La pasada noche, poco antes del alba, las hogueras de vigilancia se apagaron un instante en señal de respeto cuando un cuerno corto anunció que Barahir y Emeldir la del Corazón Viril acaban de tener descendencia. Beren, de apenas unas horas, descansa envuelto en lana oscura junto a la chimenea de la casa señorial, mientras los habitantes dispersos por las terrazas de pino reciben la noticia con alivio.
«El niño ha llegado robusto y con buen pulso; su llanto no duró más que un momento», aseguró Eilinel, conocida de la familia y que asistió a Emeldir en el parto, mientras distribuía piezas de pan dulce entre los pastores que se acercaron a la empalizada. En la atalaya occidental, Hârath, veterano de las patrullas del Aglon, declaró a este corresponsal que «la llegada de un heredero anima a los hombres a mantener los turnos, ahora que las noches vuelven a ser frías y los lobos se aventuran más al sur».
A primera hora de la mañana Barahir recibió a los capitanes de sus pequeñas compañías de arqueros y ordenó que hoy no se levanten tributos en grano, «pues todos deben compartir la felicidad de la casa». No hubo más ceremonias: la nieve temprana y las obligaciones del Sitio de Angband obligan a la sobriedad, pero cada familia encenderá esta noche una vela de sebo en honor del recién nacido.
Entre los jóvenes de Ladros, el tema de conversación es si Beren, cuando llegue a la edad de portar armas, tomará servicio junto a los Noldor de Finrod Felagund, tan cercanos a la casa de Bëor por la lealtad jurada años atrás. Por ahora, la preocupación inmediata sigue siendo mantener seguros los pasos orientales de Dorthonion; y, según comenta el guardia Hârath, «saber que el linaje de Bëor tiene futuro hace más llevadero el frío de las almenas».