El Faro de Murcia entrevista a Eduardo Segura
El pasado 26 de febrero, el diario El Faro de Murcia entrevistó a Eduardo Segura con motivo de la presentación de su nuevo libro. Gracias a Gonzalo tenemos el texto de dicha entrevista, para vuestro disfrute, en la que Eduardo habló de la obra de J.R.R. Tolkien, de C.S. Lewis y los Inklings y de un montón de temas relacionados:

1. En líneas generales, ¿qué aporta `J.R.R. Tolkien: Mitopoeia y Mitología` a las numerosas publicaciones que usted ha desarrollado en torno a la obra de Tolkien?

Este nuevo libro reúne quince ensayos escritos entre 1997 y 2008, que conforman una especie de visión panorámica de mi trabajo investigador sobre la obra de Tolkien y sus ideas sobre qué es la creación literaria, lo que él llamaba subcreación. He querido que constituyan un complemento a los cuatro libros que ya he publicado sobre este autor, entre 2002 y 2007. Gran parte del libro se centra en desvelar el alcance filosófico y teológico de la concepción del artista como imagen de Dios creador; una imagen, en el caso tolkieniano, que se concreta en la capacidad que posee el buen narrador (el mitopoeta) para generar mundos coherentes, profundamente verosímiles, desde la potencialidad de significado que es capaz de aportar el lenguaje.

2. El poema Mitopoeia surge a partir de una pregunta de C.S. Lewis, en la que se cuestiona sobre si los escritores de cuentos se dedican a "dorar mentiras". ¿Cree que muchos comparten esa idea del peligro que conlleva la fantasía, por el mero hecho de adornar la realidad?

Hemos heredado del racionalismo ilustrado, que a su vez lo recibió como verdad incontestable del empirismo inglés del xvii, la idea de que sólo existe lo que puede ser contrastado con los métodos de la ciencia positiva. Según esta mentalidad reductora, sólo podemos llamar “real” a aquello que entra en las categorías de lo que se puede experimentar por los sentidos y, así, de lo cuantificable. Eso nos lleva al absurdo lógico y práctico de no poder conceder estatuto de realidad al amor que una persona profesa por sus padres, hijos o amigos, por ejemplo.

La mentalidad moderna está impregnada de pragmatismo, y se ha arrogado el derecho de mirar de soslayo los relatos que se sitúan fuera del espacio y del tiempo tal y como éstos se nos presentan. Sin embargo, no dejamos de constatar que la fuerza sapiencial del mito está profundamente enraizada en el ser humano. Esa sed de verdad que sólo los mitos, los cuentos, son capaces de saciar, muestran que —como ya explicó Aristóteles— el hombre necesita trascender lo inmediato por medio de narraciones que le permitan, al alejarse de lo cotidiano, volver sus ojos a lo eternamente verdadero que anida en el espíritu. La verosimilitud abraza no sólo lo real externo, sino que convierte la categoría de “realidad” en algo más amplio, de lo que forma parte la dimensión simbólica del mundo. Como usted decía en su pregunta, Mitopoeia es un poema en el que Tolkien pone de manifiesto que la noción de verdad es más amplia que la de realidad.

3. ¿Qué opinión le merecen aquellos que desvirtúan la obra de Tolkien por el mero hecho de estar enmarcada en un contexto fantástico, tal vez considerado poco serio por algunos estudiosos?

Siguiendo con lo que acabamos de exponer, cabría añadir que el prejuicio —que siempre es hijo de la ignorancia—, ha arrojado esa mirada sospechosa sobre la ficción desde una postura intelectual arrogante, fatua. La ficción no es mentira porque no haya sucedido, e incluso mucho menos porque nunca pueda llegar a suceder. Porque si Tolkien es “fantasía”, Homero, Dante y Cervantes también lo son; y no creo que quienes critican a Tolkien admitiesen que estos autores son urdidores de engaños. Tolkien no es literatura fantástica, sino épica: mitología en estado puro. Y los mitos son historias acerca de la verdad que late más allá de la “realidad visible”. Los personajes y escenarios del imaginario tolkieniano, son los característicos de las mitologías del ámbito anglo-germánico y escandinavo; pero la fuerza de la historia está enraizada en esa sed de verdad a la que me referí, que es una realidad antropológica. Obviamente, estas historias pueden gustar más o menos, o incluso nada; pero eso no las descalifica como Literatura. La ficción ha sido siempre el mecanismo para adquirir la perspectiva adecuada sobre los hechos; y así sucederá siempre, aun en estos tiempos de incultura y barbarie analfabeta.

4. Tolkien y C.S. Lewis mantuvieron una estrecha amistad. ¿Qué cree que supuso para la trayectoria de Lewis el encuentro con Tolkien? ¿Cree que la dotó de una nueva orientación?

Por una parte, el descubrimiento de la senda de vuelta a su fe de niño. En su autobiografía, Cautivado por la Alegría, Lewis cuenta de qué modo la amistad con Tolkien le libró de los prejuicios racionalistas que le habían hecho abandonar la fe en Dios desde su adolescencia. Toda la labor apologética de Lewis arranca de ese momento.

En segundo lugar, y en lo que se refiere a su faceta como narrador, Lewis redescubrió de la mano de su amigo la antigua literatura nórdica y anglosajona y, aunque siempre se movió más a gusto en la mitología grecorromana, su obra —por ejemplo, la serie sobre Narnia— fue fecundada por ese conocimiento de la épica norteña.

También Lewis influyó en Tolkien. Él fue, durante años, el único auditorio ante quien el inventor de la Tierra Media fue leyendo en voz alta la aventura del Anillo. El ánimo de Lewis fue capital para que la obra fuese terminada. Clive Staples Lewis era muy consciente del talento de su amigo, un talento que consideraba, con mucho, superior al suyo. Y nunca dejó de apoyar la obra de Tolkien, por medio de reseñas elocuentes, eruditas, que son realmente un manual de lo que debería llegar a ser cualquier crítico literario.

5. ¿Cree que, pese a su brevedad, podemos considerar Mitopoeia la pieza angular de la obra de Tolkien, atendiendo a la idea de que contiene la esencia de su producción literaria?

El poema Mitopoeia es la clave del arco mitológico de Tolkien, porque da cuenta de lo que era para el autor la esencia de la literatura mítica: un camino de redescubrimiento de la verdad sobre Dios, sobre el mundo y sobre el hombre. Mitopoeia es un plano de situación del lugar del ser humano en el universo de la sabiduría que transmite la Literatura.

6. Mitopoeia cuestiona la percepción sensible como único modo posible para entender el mundo, proponiendo como alternativa la `subcreación`. ¿Encierra este concepto una cierta ansia de trascendencia del ser humano, una negativa a limitarse a atravesar este mundo como mero espectador?

Estoy totalmente de acuerdo. La subcreación explica que había en nosotros más tela de la que fue necesaria para cortar el traje de nuestro destino; que somos seres espirituales; que hay una sed de eternidad en nosotros para la que lo material no es suficiente respuesta. El ser humano es un animal que cuenta historias; y que necesita comprender su propia historia en relatos mayores que él mismo, donde pueda ver reflejado su rostro, y las claves para entenderse como criatura, como ser relacional.

7. Tolkien pensaba que, si fuéramos coherentes, hablaríamos como poetas. ¿Es la poesía, tal y como él la concebía, el único modo de hacer frente a las grandes paradojas de este mundo?

La afirmación es de Chesterton, aunque Tolkien la habría suscrito sin lugar a dudas, estoy convencido. Respecto de su pregunta, debo decir que la poesía no era para Tolkien el único modo de enfrentarse a la paradoja de la existencia, pero sí un modo privilegiado de explicar el asombro (astonishment) ante el mundo, que es el principio de todo filosofar, de todo camino de entendimiento profundo de las preguntas esenciales que todos nos hacemos, o deberíamos hacernos. La poesía es la respuesta adecuada del ser humano ante un mundo que se le presenta como música en acto, como un canto —de ahí la palabra “encantamiento”— cargado de ambigüedad y polisemia. Sólo la poesía da cuenta de la riqueza de significado del mundo.

8. Hablando de la obra de Tolkien en general, ¿cree que en ocasiones los críticos se han dedicado más a entrever atisbos de la ideología del autor, o aspectos sobre los que polemizar, como un pretendido racismo o filonazismo, que al estudio realmente literario de su obra?

Estoy totalmente de acuerdo con usted. Como dije más arriba, los prejuicios son otra forma de ignorancia, y muchos críticos han tratado de esconderse tras una máscara aparentemente intelectual, vertiendo sus propios prejuicios y complejos sobre Tolkien. En definitiva, es todo una cuestión reducible a una labor de documentación. Si esos críticos —que no la habrían tomado con Tolkien de ese modo si éste hubiese sido, digamos, protestante, o ateo, si hubiese sido homosexual, se le hubiese descubierto un lío de faldas, o si hubiese sido un borracho, todo lo cual demuestra que los prejuicios impiden ver la verdad— hubiesen leído, por ejemplo las cartas de Tolkien números 165 y 176, y, sin pretender ser exhaustivo (porque hay más), las páginas 139, 49-50, 70, 109, 114, 79-80, 117 del volumen de Cartas publicado hace ya el tiempo suficiente como para haberlo visitado, habrían visto el nulo fundamento de su necedad.

Decía Chesterton que la vulgaridad consiste en estar al lado de lo sublime y no darse cuenta. Esa vulgaridad se manifiesta, a menudo, en una incapacidad para despojarse de las ideas preconcebidas, que devienen tristemente, ideología y crítica visceral.

9. Muchos han convertido a Tolkien en un auténtico adalid del catolicismo, queriendo interpretar toda su obra como una gran oda a esta corriente religiosa. ¿En qué medida está de acuerdo con la influencia del catolicismo en su obra?

La pregunta es muy pertinente. No estoy de acuerdo con quienes hacen de Tolkien un defensor fidei, como si él hubiese pretendido ser un apologeta del catolicismo. Antes al contrario —lo cual es mucho más profundo—, Tolkien habló desde la abundancia de su inteligencia y su corazón. Su percepción del mundo era la de un lugar lleno de belleza, la de un escenario sagrado para la epopeya del ser humano, para la lealtad frente a quienes intentan doblegar la voluntad libre de cada individuo. Eso es católico de un modo quintaesenciado. No hace falta hablar explícitamente de Dios para hablar de Él. El universo canta la obra de las manos de Dios y Su gloria. Y Tolkien estaba convenido de que una historia que fuese tan sobrecogedora como la vida, muerte y resurrección de Cristo, haría justicia a esa épica de la vida humana en el mundo de modo más elocuente y justo que un tratado de teología.

10. ¿Es cierto que Tolkien, consagrado filólogo, construyó sus mundos a partir de sus lenguas inventadas, como el quenya o el sindarin, como si éstas dotasen a la subcreación literaria de una especie de `arquitectura lingüística?

Así es. Tolkien sabía, como filólogo, que la potencia subcreativa de un idioma radica en su capacidad para construir historias verosímiles —semejantes a la verdad, como dijimos más arriba—. Por eso inventó primero los idiomas (entre 1911 y 1916, y durante toda su vida), y luego decidió elaborar un escenario literario en el que esos idiomas —inspirados en el finés y el galés— pudiesen echar a rodar una epopeya reconocible para un lector contemporáneo.
J.R.R. Tolkien: Mitopoeia y Mitología

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