Portadas de Leandro para Elfenomeno
9 de Junio del año 3019 de la Tercera Edad
Sus orígenes se pierden en épocas de leyenda, largo tiempo atrás, largo tiempo olvidadas. Fue un vástago del árbol llamado Celeborn, el Arbol Blanco que crecía en medio de Eressëa, y que era a su vez vástago de Galathilion, el Arbol de Túna, la imagen de Telperion que Yavanna dio a los Eldar en el Reino Bendecido.
Este vástago creció y floreció en los patios del Rey en Armenelos, en Númenor; Nimloth se llamó, y las flores se abrían al atardecer, y una fragancia llenaba las sombras de la noche. Mas pasado el tiempo, su belleza comenzó a declinar; y terminó ardiendo en un altar de manos de Sauron, el Señor Oscuro, ahora derrotado definitivamente.
Y su recuerdo se hubiera perdido si Isildur no hubiera tomado en su día un fruto de Nimloth El Bello. Y el retoño fue transportado en su barco, y plantado en Minas Ithil ante la casa de Isildur. Y tiempo después, cuando Sauron derrotó al nuevo Reino de Gondor, destruyó de nuevo el Arbol Blanco.
Pero fue de nuevo Isildur quien, en su huida, salvó de nuevo un vástago del Arbol Blanco. Y tras la derrota de Sauron a manos de la Última Alianza, Isildur lo plantó en la ciudadela de Anor, en memoria de su hermano. Minas Anor pasó a llamarse, mucho tiempo después, Minas Tirith. Pero en los días de la Guerra del Anillo, el Árbol se marchitó.
Y pese a los cuidados de Aragorn, heredero de Isildur, salvador de Nimloth, el Árbol seguía seco y estéril. Pues ya no estaba allí su simiente, sino que había sido plantada algunos años atrás, antes de que el Arbol, plantado en el Patio del Manantial, se agostara. Un nuevo vástago había empezado a crecer en una tierra yerma ahora, pero hermosa en otro tiempo. Y tímidamente dejó ver sus primeras hojas a la luz del sol. Un sol que iluminaba una nueva Edad, y ahora, un nuevo Nimloth, cuya estirpe se remontaba a la lejana época de la creación del mundo.
Pronto, el heredero de Isildur, primer salvador del Árbol, lo encontraría. Esta era la señal que él estaba esperando, y por eso el nuevo retoño ofrecía ahora, ligero pero vigoroso, sus primeras hojas blancas a la luz de un nuevo mundo.