Lugar de origen o emplazamiento habitual: Lejando Harad
Otros nombres: Mûmak (singular), Mûmakil ((plural)
En El Señor de los Anillos podemos leer que Sam deseaba ver Olifantes, desde que supo que Hombres del sur se dirigían a Mordor. Inclusó recitó un poema infantil, con el que arrancó a Frodo una sonrisa:
grande como una casa,
la nariz de serpiente,
hago temblar la tierra
cuando piso la hierba;
y los árboles crujen.
Con cuernos en la boca
por el Sur voy moviendo
las inmensas orejas.
Desde años sin cuento,
marcho de un lado a otro,
y ni para morir
en la tierra me acuesto.
Yo soy el Olifante,
el más grande de todos,
viejo, alto y enorme.
Si alguna vez me ves,
no podrás olvidarme.
Y si nunca me encuentras
no pensarás que existo.
Soy el viejo Olifante,
el que nunca se acuesta.
El 7 de marzo de 3019 de la Tercera Edad, sam pudo cumplir su deseo: en el enfrentamiento entre Haradrim y Montaraces de Ithilien, un Olifante se soltó justo donde Sam estaba detenido:
Grande como una casa, mucho más grande que una casa le pareció, una montaña gris en movimiento. El miedo y el asombro quizá la agrandaban a los ojos del hobbit, pero el Mümak de Harad era en verdad una bestia de vastas proporciones, y ninguna que se le parezca se pasea en estos tiempos por la Tierra Media; y los congéneres que viven hoy no son más que una sombra de aquella corpulencia y aquella majestad. Y venía, corría en línea recta hacia los aterrorizados espectadores, y de pronto, justo a tiempo, se desvió, y pasó a pocos metros, estremeciendo la tierra: las patas grandes como árboles, las orejas enormes tendidas como velas, la larga trompa erguida como una serpiente lista para atacar, furibundos los ojillos rojos. Los colmillos retorcidos como cuernos estaban envueltos en bandas de oro y goteaban sangre. Los arreos de púrpura y oro le flotaban alrededor del cuerpo en desordenados andrajos. Sobre la grupa bamboleante llevaba las ruinas de lo que parecía ser una verdadera torre de guerra, destrozada en furiosa carrera a través de los bosques; y en lo alto, aferrado aún desesperadamente al pescuezo de la bestia, una figura diminuta, el cuerpo de un poderoso guerrero, un gigante entre los Endrinos.
Ciega de cólera, la gran bestia se precipitó con un ruido de trueno a través del agua y la espesura. Las flechas rebotaban y se quebraban contra el cuero triple de los flancos. Los hombres de ambos bandos huían despavoridos, pero la bestia alcanzaba a muchos y los aplastaba contra el suelo. Pronto se perdió de vista, siempre trompeteando y pisoteando con fuerza en la lejanía. Qué fue de ella, Sam jamás lo supo: si había escapado para vagabundear durante un tiempo por las regiones salvajes, hasta perecer lejos de su tierra, o atrapada en algún pozo profundo; o si había continuado aquella carrera desenfrenada hasta zambullirse al fin en el Río Grande y desaparecer debajo del agua.
Los Haradrim también utilizaron Olifantes en la Batalla de los Campos del Pelennor, donde las bestias cargaban torres de guerra sobre sus espaldas. Los caballos de los Rohirrim se atemorizaban al pasar cerca de los Olifantes y su piel se hacía impenetrable a las flechas. Los hermanos Derufin y Duilin perdieron la vida aplastados por los Olifantes en esta batalla.