8 de abril de 3019 de la Tercera Edad: Frodo y Sam despiertan en Ithilien y son honrados en el Campo de Cormallen
Sam despertó primero. Abrió los ojos en un lecho mullido bajo abedules, envuelto en la luz verde y dorada de Ithilien y el perfume de la primavera. Por un instante pensó que todo había sido un sueño. Pero al girarse, vio a Frodo dormido a su lado, la mano mutilada descansando sobre la manta. Recordó. Y en voz baja murmuró: “¡No era un sueño!” Entonces una voz suave respondió tras él. Era Gandalf, vestido de blanco, sonriendo como si la tristeza jamás hubiese existido.
Las lágrimas de Sam se mezclaron con la risa, y la emoción fue tal que no pudo hablar. Frodo despertó poco después, y juntos caminaron guiados por Gandalf. La mañana avanzaba y, mientras cruzaban un prado bordeado de árboles en flor, el sonido del agua acompañaba sus pasos. Pronto llegaron al Campo de Cormallen, donde aguardaba el ejército reunido.
Al llegar, una trompeta sonó, y todos se pusieron de pie. El Rey Aragorn avanzó, y ante el clamor del ejército, hincó la rodilla ante los hobbits diciendo: “¡Alabados sean con grandes alabanzas!” A sus palabras le siguió una ovación que resonó entre los árboles. Los hobbits, ataviados con sus harapos restaurados, no sabían dónde mirar ni qué decir.
En medio del silencio emocionado, un juglar entonó la Balada de Frodo Nuevededos y el Anillo del Destino. Frodo temblaba, y Sam lloraba de pura emoción. El juglar cantó en lengua élfica y en las lenguas del Oeste, y las lágrimas brotaron de los rostros de los presentes, traspasados por la dulzura de las palabras. La alegría y el dolor fluían juntos en cada verso.
Después, los hobbits fueron conducidos a una tienda donde los esperaban sus antiguas pertenencias: las cotas élficas, sus espadas, las capas grises, el frasco de Galadriel y la caja con tierra de Lothlórien. Sam recibió de vuelta a Dardo, pero quiso devolvérsela a Frodo. “No, mi amo. El señor Bilbo se la regaló a usted. A él no le gustaría que otro la usara ahora.” Y Frodo cedió.
Más tarde, durante el festín, se sentaron a la mesa del Rey con Éomer, Imrahil, Gandalf, Gimli y Legolas. Fue entonces cuando dos escuderos se acercaron a servirles: Merry y Pippin, caballeros de la Ciudad y de la Marca. La risa volvió a florecer. “¡Cuánto han crecido! ¡Córcholis!” exclamó Sam al ver el efecto causado en los jóvenes hobbits por el brebaje de los Ents.
Con la luna en lo alto, Frodo y Sam se retiraron bajo los árboles. Allí, en la calma de Ithilien, escucharon por primera vez todo lo que les había ocurrido a sus amigos desde Parth Galen. Las historias de los Ents, las batallas, los navíos, las torres, las cuevas resplandecientes… y los hobbits maravillados, rieron y lloraron de nuevo.
Hoy, 8 de abril, los Pueblos Libres han rendido tributo a los héroes más humildes. Frodo y Sam, los pequeños de la Comarca, fueron los que llevaron la carga más pesada. Y en un campo florecido de Ithilien, los capitanes del Oeste y los pueblos del sur y del norte se inclinaron ante ellos. Un nuevo mundo ha comenzado.