Año 458 de la Primera Edad: Húrin y Huor llegan a la Ciudad Oculta de Gondolin
Gondolin — Año 458 de la Primera Edad
Las leyendas dicen que ningún mortal ha pisado jamás la Ciudad Oculta. Pero anoche, entre las montañas que forman el Anillo de la Guardia, dos figuras humanas fueron traídas por las poderosas alas de Thorondor y depositadas en la misma escalinata que lleva al salón del rey Turgon. Se trata de Húrin y Huor, hijos de Galdor de la Casa de Hador, que habrían sido separados de su compañía en una escaramuza reciente en las fronteras de Dimbar.
Según ha podido saber este corresponsal, una niebla súbita —algunos afirman que levantada por el propio Ulmo— protegió a los jóvenes de una partida orca que los acosaba hasta el Vado de Brithiach. Desorientados, se internaron entre las Crestas Encrespadas de las Crissaegrim, donde fueron localizados por las Grandes Águilas. “Volaban en círculos, como si buscaran algo perdido”, ha declarado un vigía del sur. “Y esta mañana, cuando el sol alcanzó el zénit, los vimos llegar con dos muchachos entre las garras. Vivos, sanos y más asombrados que nadie.”
El Rey Turgon los ha recibido con asombrosa hospitalidad, tras escuchar sus nombres y linaje. La estirpe de Hador, antigua aliada de los Noldor, pesa aún en la memoria de esta ciudad. Fuentes cercanas al consejo afirman que el monarca ha recordado una advertencia de Ulmo, que muchos consideraban ya olvidada. “Están aquí por una razón”, habría dicho el rey, “y la ciudad no será traicionada por quienes aún no comprenden lo que han visto”.
Esta misma noche, en los aposentos altos del Palacio Blanco, los hijos de Galdor han jurado guardar el secreto de todo lo que ven y ven con asombro: cúpulas de plata, fuentes que cantan, armaduras doradas y una ciudad que no conoce ni hambre ni sombra. “Ni siquiera podríamos volver si quisiéramos”, ha confesado Húrin con voz baja a uno de los guardias. “Y aunque pudiéramos, ¿quién creería lo que hemos visto?”
Por ahora se alojan como huéspedes de la casa real y los herreros de Amon Gwareth ya les preparan vestiduras dignas de su nueva condición. Ningún edicto se ha pronunciado aún sobre su permanencia, pero todo parece indicar que los Días Antiguos han cruzado una línea inesperada: por vez primera, los Hombres pisan la ciudad más secreta de Beleriand. Y con ellos, aunque no lo sepan, ha entrado también la historia.