Año 472 de la Primera Edad: Aurë Entuluva! Húrin defiende la retirada de Turgon en la Nirnaeth Arnoediad a un terrible precio

Marjal de Serech - Durante la Quinta Batalla, llamada Nirnaeth Arnoediad, Húrin y Huor encabezaron la resistencia final de los hombres de Dor-lómin en el Marjal de Serech. Su sacrificio permitió que Turgon y los suyos escaparan de la aniquilación. El precio fue atroz: Huor ha muerto y Húrin ha sido capturado por el Enemigo. Esta crónica recoge lo ocurrido en el último frente de batalla, donde los gritos de guerra aún resuenan entre las aguas.
Año 472 P.E.: Aurë Entuluva! Húrin defiende la retirada de Turgon en la Nirnaeth Arnoediad

El sol se ha ocultado hoy tras un cielo gris y mudo, como si la tierra entera se negara a contemplar lo sucedido. La Nirnaeth Arnoediad —la Batalla de las Lágrimas Innumerables— se ha perdido, y con ella, parte del último aliento de esperanza en las huestes libres de Beleriand. Los ejércitos de Morgoth han roto el cerco y se extienden por Anfauglith como una marea oscura. Pero entre tanto horror y ruina, una luz se sostuvo por un instante: la de los hombres de Dor-lómin.

En el Marjal de Serech, al oeste del Sirion, los últimos restos del ala derecha, liderada por Húrin Thalion y su hermano Huor, mantuvieron una resistencia feroz para permitir la retirada de Turgon, rey de Gondolin. Las crónicas hablan de una escena imposible: rodeados, sin posibilidad de refuerzos, los Edain rechazaron oleada tras oleada de orcos, lobos y criaturas horrendas mientras el rey élfico cruzaba hacia el sur. La retirada no fue una huida: fue una marcha custodiada por la sangre de los hombres.

Un vigía de las colinas occidentales relató entre lágrimas: “Vi a Huor caer con una flecha en el ojo. Cayó liviano, sin aspavientos, como si su espíritu se alzara antes que su cuerpo tocase el suelo. Y Húrin... Húrin se plantó con el hacha en alto. Cada vez que golpeaba, gritaba ‘Aurë entuluva’ —¡el día volverá!— y los orcos retrocedían como si les doliera el sonido”.

Se cuenta que resonó setenta veces ese grito entre los pantanos, y con cada una, un enemigo mordía el barro. Pero al final, el número los venció. Húrin fue capturado, no vencido. Lo ataron con cadenas de hierro y lo llevaron hacia el norte, hacia Angband. Se dice que incluso en la derrota no dejó de reírse en la cara de Gothmog, el Señor de los Balrogs.

No queda ni uno solo de sus hombres.

Los heraldos de Gondolin, refugiados ya tras los pasos del Sirion, afirman que la ciudad está a salvo —por ahora— gracias al sacrificio de Dor-lómin. Pero la oscuridad ha ganado terreno, y el Enemigo ha capturado al mayor de los hijos de Hador.

La tierra no olvidará este día. Ni a Húrin Thalion, ni a Huor, caído entre cien... ni a Dor-lómin, que fue luz mientras duró.