El Epílogo de El Señor de los Anillos

J.R.R. Tolkien, en un principio, no pensaba acabar El Retorno del Rey con la frase de Sam ("Bueno, estoy de vuelta"), sino con un epílogo, que ha sido publicado en El fin de la Tercera Edad, la cuarta parte de la "Historia de El Señor de los Anillos", editada por Christopher Tolkien y publicado en España por Minotauro en 1997.

 

Y una noche de marzo el Maese Samsagaz Gamyi descansaba junto al fuego de la chimenea de su estudio, y los niños estaban reunidos en torno a él, algo que no era raro, pero que siempre indicaba una ocasión especial.
Había estado leyendo en voz alta (como acostumbraba) de un gran Libro Rojo apoyado en un atril, y en una banqueta a su lado se sentaba Elanor, una hermosa niña que tenía la piel más blanca y era más esbelta que la mayoría de las muchachas hobbits y que ya había entrado en la adolescencia; y sobre la alfombra estaba Frodo, que a pesar de su nombre era una copia exacta de Sam y Rosa, Merry y Pippin estaban sentados en sillas demasiado grandes para ellos. Rizos de Oro se había ido a la cama, pues en la predicción de Frodo había habido un ligero error y Rizos de Oro nació después de Pippin, y sólo tenía cinco años y el Libro Rojo todavía era demasiado para ella. Pero no era la última del linaje, ya que parecía probable que Sam y Rosita rivalizaran con el viejo Gerontius Tuk en el número de hijos y lo superaran igual que Bilbo lo había superado en edad. Estaba el pequeño Ham, y Margarita en la cuna.

- Bueno, querida –dijo Sam-, crecía allí antes, porque yo la vi con mis propios ojos.
-¿Sigue creciendo todavía, papi?
-No veo por qué no, Eli. No he vuelto a viajar más, como bien sabéis, porque tenía que ocuparme de vosotros... la gentuza de siempre, habría dicho el viejo Saruman. Pero el señor Merry y el señor Pippin han estado en el sur más de una vez, porque ahora son un poco de allí también.
-¿Y verdad que se han hecho muy grandes? –preguntó Merry-. Me gustaría hacerme tan grande como el señor Meriadoc de Los Gamos. Es el hobbit más grande que jamás existió: más grande que Bandobras.
-No más grande que el señor Peregrin de Alforzada –dijo Pippin- y tiene el pelo casi dorado. ¿Es el Príncipe Peregrin en la Ciudad de Piedra, papá?
- Bueno, él nunca ha dicho eso –repuso Sam-, pero sí sé que está muy bien considerado. Y ahora ¿por dónde íbamos?
-Por ningún lado –dijo el joven Frodo-. Quiero oír otra vez lo de Araña. Las partes que más me gustan son cuando apareces tú, papá.
-Pero, papá, estabas hablando de Lórien –dijo Elanor-, y de si mi flor aún crece allí.
-Supongo que sí, querida Eli. Como iba diciendo, el señor Merry dice que aunque la Dama se ha ido, los Elfos aún viven allí.
-¿Cuándo podré ir a verla? Quiero ver Elfos, papá, y quiero ver mi propia flor.
-Si miras en un espejo verás una más hermosa –dijo Sam-, aunque no debería decírtelo, porque muy pronto lo averiguarás tú misma.
-Pero no es lo mismo. Quiero ver la colina verde y las flores blancas y doradas y oír cantar a los Elfos.
-Entonces puede que lo hagas algún día –indicó Sam-. Yo decía lo mismo cuando tenía tu edad, y mucho después, y no pareció haber ninguna esperanza, y sin embargo lo hice.
-Pero los Elfos todavía siguen partiendo en sus barcos ¿no?, y pronto no quedará ninguno, ¿verdad, papá? –preguntó Rosa-. Y luego sólo serán lugares, muy hermosos, pero, pero...
-¿Pero qué, Rosita?
-Pero no como en las historias.
-Bueno, sería así si se marcharan todos –dijo Sam-. Pero me han contado que ya no se hacen a la mar. El Anillo ha abandonado los Puertos, y aquellos que decidieron quedarse cuando el Señor Elrond partió siguen aquí. Y por eso habrá Elfos para mucho, mucho tiempo.
-Pero pienso que fue muy triste que el Señor Elrond sé fuera de Rivendel y la Dama se fuera de Lórien –dijo Elanor-. ¿Qué le pasó a Celeborn? ¿Está muy triste?
-Supongo que sí, querida. Los Elfos son tristes; y eso es lo que los hace tan hermosos, y la razón por la que no podemos verlos mucho. Él vive en su propia tierra como siempre ha vivido –dijo Sam-. Lórien es su tierra, y ama los árboles.
-Nadie más en el mundo tiene un Mallorn como nosotros, ¿verdad? –dijo Merry- Sólo nosotros y el señor Celeborn.
-Eso creo –repuso Sam. Secretamente era uno de los mayores orgullos de su vida-. Bueno, Celeborn vive entre los Árboles, y es feliz a su manera élfica, no lo dudo. Los Elfos pueden permitirse el lujo de esperar. Su hora aún no ha llegado. La Dama llegó a su tierra y ahora se ha marchado; y él aún tiene la tierra. Cuando se canse de ella podrá dejarla. Lo mismo sucede con Legolas, llegó con su pueblo y viven en la tierra del otro lado del río, el Ithilien, si se puede decir así, y la han hecho muy hermosa, según el señor Pippin. Pero algún día se irá al Mar,  no lo dudo. Pero no mientras Gimli esté con vida.
-¿Qué le ha pasado a Gimli? –preguntó el joven Frodo-. Me gustaba. Por favor, ¿podré tener pronto un hacha, papá? ¿Queda algún orco?
-Supongo que sí, si sabes dónde buscarlos –contestó Sam-. Pero no en la Comarca, y no tendrás un hacha para cortar cabezas, Frodo. Nosotros no las fabricamos. Pero Gimli, fue a trabajar para el Rey en la Ciudad, y él y su pueblo trabajaron tanto tiempo que se acostumbraron y se sintieron orgullosos de su obra, y al final se instalaron en las montañas, lejos, al oeste, detrás de la ciudad, y aún siguen allí. Y Gimli va algún que otro año a ver las Cavernas Centelleantes.
-¿Y va Legolas a ver a Bárbol? –preguntó Elanor.
-No lo sé, querida –dijo Sam-. No he oído de nadie que haya visto a un Ent desde aquellos días. Si el señor Merry o el señor Pippin han visto alguno lo mantienen en secreto. Los Ents son muy cerrados.
-¿Y nunca encontraron a las Ent-mujeres?
-Bueno, nosotros no hemos viso a ninguna aquí, ¿verdad? –dijo Sam.
-No –repuso Rosita-, pero yo las busco siempre que estoy en el bosque. Me gustaría que encontraran a las Ent-mujeres.
-A mí también –dijo Sam-, pero me temo que ese es un antiguo problema, demasiado antiguo y profundo como para que lo pueda solucionar gente como nosotros, querida. Ya basta de preguntas por esa noche, por lo menos hasta después de la cena.
-Pero eso no es justo –dijeron al unísono Merry y Pippin, que aún no habían llegado a los diez años -. Tendremos que irnos directamente a la cama.
-No me habléis de esa manera –dijo Sam con severidad-. Si no es justo que Eli y Fro se queden despiertos después de cenar no es justo que ellos hayan nacido antes, y no es justo que yo sea vuestro padre y no vosotros el mío. Así que basta de eso, domad vuestro turno cuando os llegue la hora, o se lo contaré al Rey.
Ya habían oído esa amenaza, pero algo en la voz de Sam la hizo parecer más seria en esta ocasión.
-¿Cuándo verás al Rey? –preguntó el joven Frodo.
-Más pronto de lo que piensas –repuso Sam-. Bueno, seamos justos ahora. Os contaré a todos, a los que os podéis quedar despiertos y a los que tenéis que iros a la cama, un gran secreto. Pero no os pongáis a murmurar y a despertar a los más jóvenes. Guardadlo hasta mañana.
Un silencio expectante se apoderó de todos los niños: lo miraron como los niños hobbits de otros tiempos miraban al mago Gandalf.
-El Rey vendrá aquí –anunció Sam con solemnidad.
-¡Vendrá a Bolsón Cerrado! –exclamaron los niños.
-No –dijo Sam-. Pero vendrá al norte. No vendrá a la Comarca porque ha dado órdenes de que nadie de la Gente Grande entre en esta tierra de nuevo después de aquellos Rufianes; y él no lo hará para demostrar que habla en serio. Pero llegará hasta el Puente. Y ... –Sam hizo una pausa-. Ha enviado una invitación muy especial para cada uno de vosotros. ¡Sí, con vuestro nombre!
Sam se dirigió a un cajón y sacó un pergamino grande. Era negro y estaba escrito en letras de plata.
-¿Cuándo llegó, papá? –preguntó Merry.
-Llegó con el correo de la Cuaderna del Sur hace tres días [escrito arriba: el miércoles] –dijo Elanor-. Yo lo vi. Venía envuelto en seda y cerrado en grandes sellos.
-Así es, mis ojos brillantes –dijo Sam-. Y ahora mirad.- Lo desenrolló-. Está escrito en élfico y en el Lenguaje Llano. Y pone: Elessar Aragorn hijo de Arathorn, el Rey Piedra de Elfo de Gondor y Señor de las Tierras del Oeste, se acercará al Puente del Baranduin el primer día de la Primavera, o según el Calendario de la Comarca el próximo veinticinco de marzo, y allí desea saludar a todos sus amigos. En especial desea ver a Maese Samsagaz, Alcalde de la Comarca, y a Rosa su esposa, y a Elanor, Rosa, Rizos de Oro y Margarita, sus hijas;  y a Frodo, Merry, Pippin y Hamfast, sus hijos. Ahí lo tenéis, están todos vuestros nombres.
-Pero no son los mismos en las dos listas –dijo Elanor, que sabía leer.
-Ah –dijo Sam-, es porque la primera lista está en élfico. Tú apareces igual en las dos, Eli, porque tu nombre es élfico; pero Frodo es Iorhail, y Rosa es Beril, y Merry es Riben [> R..el > Gelir], y Pippin es Cordof, y Rizos de Oro es Glorfinniel, y Hamfast es Marthanc y Margarita es Arien. Ahora ya lo sabéis.
-Es fantástico –dijo Frodo-, ahora todos tenemos nombres élficos, pero, ¿cuál es el tuyo, papá?
-Bueno, es un poco peculiar –dijo Sam-, porque en la parte élfica, si queréis saberlo, lo que pone el Rey es Maese Perhail que debería ser llamado Lanhail, y creo que significa “Samsagaz o Medio-sagaz que debería ser llamado Simplemente-sagaz”. Sí que ahora que sabéis lo que piensa el Rey de vuestro padre quizá prestéis más atención a lo que diga.
-Y hacerle muchas más preguntas –dijo Frodo.
-¿Cuándo es 25 de marzo? –preguntó Pippin, que no acababa de entender las medidas de tiempo mas grandes que un día-. ¿Es pronto?
-Una semana a partir de hoy –dijo Elanor-. ¿Cuándo partiremos?
-¿Y qué nos pondremos? –dijo Rosa.
-Ah –dijo Sam-. Eso lo dirá la señora Rosa. Pero os sorprenderéis, queridos míos. Hace mucho que recibimos noticias del evento y nos hemos preparado para el día. Iréis vestidos con las ropas más hermosas que hayáis visto nunca, y marcharemos en un carruaje. Y si os portáis bien y estáis tan adorables como ahora, no me sorprendería que el Rey nos invitara a ir a su casa del Lago. Y allí estará la Reina.
-¿Y nos quedaremos levantados hasta la cena? –preguntó Rosa, para quien la proximidad de la promoción la convertía en una preocupación constante.
-Nos quedaremos semanas, por lo menos hasta la cosecha del heno –dijo Sam-. Y haremos lo que el Rey diga. Pero en cuanto a quedarse despiertos hasta la cena, sin duda la Reina tendrá algo que decir al respecto. Y si ahora no tenéis suficiente para murmurar durante horas y para soñar hasta que salga el sol, entonces no sé qué más os puedo contar.

Las estrellas brillaban en un cielo despejado: era el primer día claro y luminoso de la temporada que llegaba cada año a la Comarca a finales de marzo, y que cada año era bienvenida y alabada como algo sorprendente para esa época del año.
Todos los niños se hallaban en la cama. Las luces aún resplandecían débilmente en Hobbiton y en muchas casas desperdigadas en la campiña oscura. Sam estaba en la puerta y miraba hacia el este. Acercó a la Señora Rosa y la sostuvo a su lado.
-18  [> 25] de marzo –dijo-. Este día hace diecisiete años, esposa mía, creí que nunca volvería a verte. Pero no perdí la esperanza.
-[Y yo nunca albergué ninguna, Sam –dijo ella-, hasta aquel mismo día; entonces, de pronto, me sentía esperanzada. A media mañana empecé a cantar, y mi padre dijo: “Silencia, muchacha, o vendrán los Rufianes”, y yo le dije: “Que vengan. Su tiempo acaba. Mi Sam vuelve.” Y volvió.]
-Volví- dijo Sam –al lugar más amado del mundo. Entonces estaba partido en dos, pero ahora ya estoy entero. Y todo lo que tengo, y todo lo que he tenido aún lo tengo.
Entraron en la casa y cerraron la puerta. Pero el mismo tiempo Sam oyó de pronto el suspiro y el murmullo del mar sobre las costas de la Tierra Media.

 


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