10 de marzo de 3019 de la Tercera Edad: La Llamada de Rohan y el Día sin Alba
Desde la madrugada, un cambio ominoso cubrió los cielos. El sol no se alzó, y una sombra densa procedente de Mordor oscureció el día. “Nunca vimos nada igual”, relató un guardia de la Ciudad Blanca. “No era niebla ni tormenta, sino una sombra que pesaba sobre el espíritu”. Este presagio de guerra coincidió con la Llamada de Rohan: los estandartes fueron alzados en Sagrario y el rey Théoden convocó a su ejército. En cuestión de horas, los rohirrim iniciaron su cabalgada desde el Valle de Sagrario, marchando con la urgencia de quienes saben que el tiempo se agota.
Mientras tanto, en las afueras de Minas Tirith, un horror se desplegó ante los ojos de los defensores. Los Nazgûl descendieron desde los cielos, acechando al capitán Faramir y su guarnición. “Pensé que todo estaba perdido”, confesó un arquero gondoriano. Pero entonces, como un relámpago en la tormenta, apareció Gandalf, quien con su sola presencia ahuyentó a los Espectros del Anillo y rescató a Faramir, guiándolo de vuelta a la ciudad. Exhausto, el capitán se encontró con Peregrin Tuk y llevó su informe ante Denethor, quien recibió las noticias con una mirada sombría y silenciosa.
Más al sur, Aragorn y la Compañía Gris avanzaban con los Hombres Muertos del Sagrario, cruzando el río Ringló. “Un viento helado les seguía, y el aire se volvía denso y pesado”, afirmó un testigo que presenció su paso. Su destino es claro, pero el terror de su travesía permanece en las mentes de quienes los han visto pasar.
Lejos de estas tierras, en la frontera de Mordor, Frodo Bolsón, Samsagaz Gamyi y Gollum alcanzaron la Encrucijada al anochecer. Ante ellos, la carretera de Morgul se desplegaba como una serpiente negra en la penumbra. “Cuando vieron el ejército del Enemigo partir hacia la guerra, se ocultaron con el corazón encogido”, nos relató un viajero que observó la escena desde la distancia.
En otro frente, los ejércitos de Sauron atacaron Cair Andros, un bastión gondoriano en el Anduin. La isla cayó bajo el asedio de las fuerzas del Morannon, y la horda invasora se adentró en Anórien, avanzando cada vez más cerca de la capital de Gondor.
El destino de la Tierra Media pende de un hilo. Mientras unos cabalgan hacia la batalla y otros resisten en la sombra, la guerra ya no es una amenaza: es una realidad inminente.