Wolfgang Krege
Nacido en Berlín, donde pasó su niñez y juventud. Estudió filosofía en la Freie Universität hasta 1965. Trabajó de redactor y lector en diferentes editoriales; se ocupó de la redacción de una revista de ciencias sociales (1970-77) y escribió artículos para otras publicaciones temáticas. A partir de 1980 hizo numerosas traducciones literarias (Tolkien, Anthony Burgess...). Durante los años 1980-90 fue lector de "Cotta´s Bibliothek der Moderne". Desde 1990 es publicista autónomo y traductor en Berlín y Stuttgart.
APÓSTROFE: ¿Desde cuando conoces a Tolkien?
WOLFGANG KREGE: Todo empezó hacia 1970. La aparatosa revuelta de los años 60, de la que participé sólo marginalmente, ya estaba decayendo; la oposición a una sociedad regulada tecnocráticamente se extendía cada vez más, llegaba incluso a la aspiración de transformar esta sociedad. En este estado de ánimo debió "encontrarnos" Tolkien -al menos a algunos de nosotros. Recuerdo que estaba sentado en mi despacho de la redacción, trabajando mustio en mi revista psicosociológica, cuando un libro, que un colega de la editorial Klett acababa de publicar, cayó en mis manos: la primera versión alemana de El Señor de los Anillos. Quedé atrapado por la lectura y abandoné durante dos semanas mis tareas en la redacción. Al principio sentí naturalmente una especie de mala conciencia a causa de "la huida de la realidad". Pero, luego, me di cuenta de que la "realidad" no se perdía, sino todo lo contrario. Mucho más tarde tuve la ocasión de traducir personalmente algunas de las obras de Tolkien, el Silmarillion, sus Ensayos y Cartas y, hace poco, hobbit'>el Hobbit.
A: ¿Qué significa Tolkien y su mundo para ti?
WK: Es un medio de contraste que nos permite conocer mejor nuestro mundo. Tolkien nos muestra que no hay que dejarse intimidar por la realidad; es factible. Crea un mundo secundario; algo así como una segunda vivienda para el lector; el solo pensamiento al respecto ya es suficiente para poder respirar más libremente en el mundo primario. Es posible que nuestro mundo también sea virtual. Es un tipo de "literatura" totalmente nuevo; un libro que no sólo se lee, sino que se vive, se habita, se puede recorrer. Todo esto Tolkien lo realiza sólo con palabras, en una prosa no convencional, incluso un poco anticuada, que no es su verdadero medio. A veces, cuando traduzco, tengo la sensación como si el lenguaje tuviera que adquirir la forma al mismo tiempo arcaica y futurista de Cartoons. Por desgracia, Tolkien no fue un gran dibujante y, además, de todas estas cosas nuevas no quiso saber nada. Sin embargo, percibió mucho mejor los nuevos conceptos para la narrativa y la "literatura" bajo la influencia de los medios audiovisuales que muchos escritores que quieren ser modernos.
A: ¿Quiénes son los Sabios de la Tierra Media?
WK: Es díficil de decir; algunos que se describen así en las historias no lo son evidentemente. Allí donde se hace constar la sabiduría, a menudo me parece un poco ostentosa. Galadriel nombra a su esposo Celeborn "el más sabio de los sabios" pero, después de todo lo que sabemos de este hombre, su inteligencia está muy poco por encima de la media. Si él es un Sabio, yo también lo soy. Creo que Tolkien esconde algunas reflexiones tras la palabra "Sabio". Posiblemente se trate en realidad de la gente pequeña que se arriesga a echar una mirada fugaz a los milagros y horrores del mundo, pero que luego se vuelve a conformar con cultivar su huerto, como Hamfast, el padre de Sam, o el granjero Coto. Gandalf también pertenece a esta especie, porque sigue pensando en la comida y la bebida a pesar de todas sus preocupaciones.
A: ¿Cómo concebiste la idea de escribir un Manual de los Sabios de la Tierra Media?
WK: Probablemente el título sea un poco ostentoso, pero los Sabios tampoco son especialmente modestos. La verdad es que en todos estos años he adquirido un gran conocimiento de la Tierra Media -teniendo en cuenta hasta dónde puede llegar el conocimiento de algo que sólo puede conocerse a través de diferentes libros y fragmentos. La editorial quería una guía de viaje sólida, pero la idea no me gustó. Es un mundo que no debe ser medido, colonizado y urbanizado para el turismo. Por ello sólo he unido cables sueltos y fragmentos de anécdotas e historias; he perfilado un poco los paisajes, explicando el aspecto de este y aquel lugar, y lo que sucedió en cada uno de ellos.
Naturalmente, el lector puede releer todos los datos mejor y más detallados en las obras originales, pero aquí encontrará las indicaciones de cosas que en los libros se hallan muy distanciadas, en volúmenes diferentes. Además podrá apoyar sus impresiones visuales a través de los dibujos hechos por la mano del propio Tolkien.
A: La lectura de su libro nos sugiere que siente una cierta admiración por las figuras que normalmente se consideran "malas". ¿Podría decirnos algo al respecto?
WK: Sí; sin el Mal, el Mundo de Tolkien (como cualquier otro) sería insulso y plano. Como cristiano católico tenía que mostrarse naturalmente contrario al Mal. Sin embargo, esas figuras malas tienen que existir y tienen que ser fuertes y poderosas. Tolkien no podía aceptar un mundo en el que no hubiera Dragones. Tomemos la Comarca: un idilio provinciano, seguramente digno de cariño en su divertido estado de suspensión entre la edad de piedra y el modernismo, pero que tiene poco que aportar para una historia que valga la pena, si no hubiesen estado acechando en la frontera los Jinetes Negros. El Mal nunca se presenta directamente en su forma principal, Sauron (además, él es el Señor de los Anillos, el título del libro); no puede tomar cuerpo. No obstante, sólo porque es amenazado por él, el Bien es interesante.
A: ¿Qué lugares de la Tierra Media visitarías ahora mismo?
WK: ¿Ahora mismo? Entretanto me he vuelto perezoso y comodón, por lo que me quedo en la Comarca. Si fuera más joven, me iría con una de esas caravanas a Rhûn y Khan, las tierras marcadas en los mapas, pero de las que no se sabe casi nada.
A: ¿Hay algún objeto que te gustaría tener: una espada, un barco, un anillo...?
WK: Una espada no; no soy belicoso. En lo referente a la navegación no tengo mucha experiencia, pero no me fiaría demasiado de los barcos de madera de abedul de Tolkien. Es posible que me quedara con algunos de los maravillosos anillos de humo de la pipa de Gandalf.