La Soledad en la Tormenta

01 de Noviembre de 2011, a las 09:39 - Rossewen
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Capitulo 1: La niña

Un grito agudo sonó dentro de la habitación, el rostro pecoso y sonrosado de la Elfa se contrajo de dolor. Se oyó el llanto ensordecedor de una criatura, la partera sonrió y cortó el cordón umbilical envolviéndola con una manta gruesa se acercó a la exhausta madre.


—Es una niña, Señora Istarnië—dijo la mujer, mientras observaba a la pelirroja incorporase en la cama, meció a la pequeña que no dejaba de llorar. La dama colocó a la criatura en los brazos de su hija.
Los ojos plata de la joven soltaron dos largas lagrimas al ver las orbes de la bebe, iguales a los suyos pero con un brillo que Nerdanel ya conocía, aquella llama que ardía en el espíritu de la infante.


¿Hace cuánto que había llegado a esa casa? La Señora había sido muy amable en recibirla, aún con la criatura en su vientre y con Finwë acompañando a su esposo. La tristeza de Indis no era poca, aun así le decía que siempre sería recibida ahí.

La Dama Vanya, entró indicándole a la sirviente que se marchara. El cabello dorado resplandeciente y los ojos azules le miraban con una mezcla entre tristeza y felicidad, se acercó a su “amiga” lentamente.  Como había languidecido en ese tiempo, estaba más delgada y no sonreía como antes, esperaba que su ultima hija le alegrara un poco el corazón.

—¿Ya tienes un nombre, querida?—le preguntó con voz suave, tocándole el hombro.
Pasó las manos por la cabeza de la recién nacida, había heredado las hebras negras de su padre.
— Rómeniel—susurró apretando los dientes para evitar llorar.

Siete hijos había tenido, todos varones, todos amados por su padre y por ella misma pero en ese momento, aunque estuviera en compañía de otros se sentía más sola que nunca. Solo había pasado un año desde que él fue desterrado.
Todos esos días había tratado de superarlo, de dejarlo atrás, pues el orgullo y la obstinación lo habían alejado de su esposa y de su gente.

“Claro, los Valar tendrían una buena espía”—había dicho él con arrogancia, aquella discusión había sido la más fuerte que tuvieron en su matrimonio, ¿cómo podía ser tan incrédulo y orgulloso?
Y Nerdanel también se había marchado con rabia y tristeza, y muy a objeción de su marido junto con Indis, sin decirle nada de su embarazo.

—¿Te parece apropiado un nombre así?—frunció el entrecejo, Nerdanel asintió dándole el pecho a la criatura—Podrías ir a Formenos, cuando crezca, Fëanáro querrá verla.

La expresión de la escultora se volvió sombría y taciturna continuó acariciando por inercia la cabeza oscura de la Elfa.
—Solo cuando vuelva del norte la verá, herinya—respondió fríamente entrecerrando los ojos—todos los demás se fueron con él... no le faltara compañía a Fëanáro estos años, ademas...—le miró con expresión de angustia—tengo miedo por Rómeniel ... algo pasará, lo presiento. Por eso lo mejor es que permanezca aquí.


Los años pasaron en la Tierra Bendecida, los Árboles brillaban con todo su esplendor en aquellos días. La hija de Mahtan le observaba crecer, Rómeniel se volvía fuerte y hermosa a medida que el tiempo pasaba, en la casa de Indis junto a su progenitora tuvo una infancia prospera y saludable.

Era bastante curiosa pero su ansia iba entre las platas y en la historia, aquel brillo en los ojos era parecido al de Nerdanel en su juventud y algunas veces al mismo Fëanáro, pues de él había heredado casi todos los rasgos.

Al ver aquel entusiasmo, el corazón de Nerdanel dio un salto. La madre había quedado débil después del parto y de vez en cuando iba a los jardines de Lórien, con su amiga Varnewen, quien le decía que lo mejor sería quedarse en el lugar para reposar, pero Nerdanel era fuerte y no tenía ni la más mínima intención de dejar a su pequeña sola a tan corta edad, no haría lo mismo que Míriel, soportaría todo lo posible.

En los jardines se inclinó ante Estë. La Valië vio directamente la pena que corroía a la Elda por la partida de su esposo, también se sorprendía de que hubiera sobrevivido a otro parto. Luego giró su vista a Rómeniel, con el rostro inocente, vestida de azul y plata; definitivamente se parecía a su padre pero había también unos rasgos que conocía muy bien, unos que Nerdanel no había notado, pues ella observaba que su corazón era como el de la llorada Míriel Þerindë.

—¡Ya no temas, Mahtaniel!—le dijo con voz suave—esta niña sin ninguna duda es hija tuya y del Espíritu de Fuego pero en ella también crecerá la sabiduría y firmeza que le has dado en herencia, aunque el nombre que le has dado es inusual, pero solo Ilúvatar sabe que ocurrirá—suspiró.

Se quedaron algunos meses en Lórien. Rómeniel se enamoró de la belleza de los jardines y aun cuando su madre se recuperó, ella volvía al lugar junto con Varnewen a quien le pidió que le enseñe la sanación, aunque muy poco fuera lo que pasara en Aman, siempre había alguno que otro accidente en una construcción o un nacimiento.


La esposa de Fëanáro solo le contó a sus dos hijos mayores sobre su hermana, rogándoles no decir nada a su progenitor hasta que terminara el exilio. Los dos Elfos guardaron el secreto a pesar de que era doloroso ver a su Amil languideciendo, la visitaban de vez en cuando sin que su padre los viera salir de Formenos.

Una vez, mientras su madre esculpía una estatua, se le ocurrió preguntar sobre su padre, ante la interrogante la pelirroja se puso blanca como un papel ¿le iba a explicar a una niña que su padre estaba desterrado?
—Mi niña—suspiró dejando a un lado las herramientas que usaba—tu... atar está en el norte... con tus hermanos—trató de empezar buscando palabras adecuadas.
Makalaurë y Maitimo ¿también?—dudó haciendo una mueca.—¿Por qué ellos y atto están lejos?
—Porque hubo personas que dijeron cosas malas y atto creyó en ellas. Se enojó mucho e hizo algo que los Valar no permitían, así que...—se detuvo un momento—le dijeron que se marchara por un tiempo, tus hermanos y tú abuelo fueron con él.
—¿Pero volverán?—volvió a preguntar mirando tristemente a la pelirroja.

La princesa tomó en brazos a la niña y la sentó en sus rodillas besando dulcemente sus cabellos oscuros.
—Claro que si, hija—respondió con voz vacía.



Ahora bien, viviendo con su progenitora en la casa de Indis, Rómeniel hacía gracia a su nombre, pues a veces salía de las viviendas hacia el este, por supuesto no tanto como sus padres, casi siempre cerca de donde los Árboles brillaban y también disfrutaba estar junto a sus hermanos. Mientras que Makalaurë le enseñó a tocar el arpa a escondidas de Nerdanel, Maitimo quiso enseñarle a usar la espada pero ella no estuvo muy interesada, aunque le preguntó por qué necesitaban algo así en una tierra de paz, pero él no respondió.

Sucedió una vez que Artanis, hija de Arafinwë fue a visitar a su abuela en su morada; sabía bien que su tía Nerdanel vivía con Indis desde que Fëanáro había sido desterrado pero ignoraba la existencia de su prima y al ver esa joven de cabellos de cuervo, pálida y vestida de gris se sorprendió.

—Man nályë?—dijo tranquilamente, Rómeniel sonrió inclinando la cabeza.
—Rómeniel Nerdaneliel, herinya—contestó ella, a la rubia le dio un escalofrío, miró interrogante. Esa chica ¿era hija de Fëanáro? No percibía... nada en ella, no como lo había hecho con el medio-hermano de su padre.
—¿Tocas?—señaló el arpa dorada que la Elda tenía entre sus manos, su acompañante asintió, comenzando a tocar una bella y triste melodía que Artanis conocía perfectamente; la había escuchado muchas veces de niña en la casa de su abuelo paterno, cuando su primo la tocaba para ella.

Nerwen siempre había sido recelosa con respecto a su tío, pues sentía algo extraño en él, como si la mala fortuna le persiguiera. Pero la amistad creció entre ambas y Artanis le enseñó muchas cosas que había aprendido de Yavanna, al igual que Rómeniel se había educado con Estë.
Unas cuantas veces entró en la mente de su prima; en lo más profundo vio algo que la extrañó de inmediato, la ciudad de su familia materna, pero las calles estaban vacías y parecía haber rastro de sangre en ellas. Cuando le preguntó si sabía que era eso la hija de Fëanáro le respondió tranquilamente que había sido un sueño que tuvo de pequeña. Esto ensombreció el corazón de Nerwen, pues sabía muy bien que eso no era un sueño normal y hasta el exilio de los Noldor había tratado de descifrar su significado.


Así trascurrieron los doce años de destierro que Fëanáro tuvo que cumplir y una vez el heraldo de Manwë se presentó ante las fuertes puertas de Formenos, él abrió mirándole arrogante y orgulloso.

Curufinwë Fëanáro, se le cita a usted a Taniquetil, para la fiesta del florecimiento en honor Ilúvatar—anunció leyendo el blanco pergamino frente al Elfo.
—¡Así que después de tanto tiempo...!—se rió pero luego su rostro se volvió serio y frío, asintió sin terminar la frase para luego cerrar la puerta de la fortaleza.

Al entrar de nuevo vio a Finwë jugando al ajedrez con Ambaráto. El antiguo Rey le miró interrogante pero el Espíritu de Fuego no dijo ni una palabra, bajó hacía la cámara donde guardaba los Silmarils y observó fijamente las joyas que tenían la luz de los Árboles. Entre las gemas y joyas tomó una en particular, una cadena de plata de la colgaba una pequeña medalla ovalada: era una creación extraña, le había puesto diminutas bisagras para que se abriera y dentro se podía depositar un mechón de cabello chiquito o una flor que entrara. Lo había hecho para su esposa unos meses antes de irse, en la primera cara de la medalla puso un diminuto diamante y en la otra el símbolo de su Casa.

Se vistió de fiesta con ropas rojo oscuro y negras y como por inercia metió el collar en uno de los bolsillos de la túnica. Ni siquiera sabía el porque lo hizo, tal vez volvería a ver a su amada Nerdanel ese día, pues aunque el orgullo le alejara de ella jamás dejaría de amarla.

Se despidió de su padre y de sus hijos marchando hacía Taniquetil en una día que no se olvidaría en la historia de Arda.


Dos jóvenes Eldar caminaban cerca del campo donde brillaban resplandecientes los Árboles, Artanis observaba a su prima deleitarse con los patrones de luz plateada y dorada.
—¿Hoy iras a la fiesta, Nerwen?—le interrogó la pelinegra, su rostro mostraba un deje de ansiedad.
—¿Has visto algo?—se sobresaltó la Dama Blanca que aun no conseguía descifrar la visión de Alqualondë y por eso trataba de ver ella misma en futuro.
—Tú tienes más alcance que yo—encogió los hombros—, solo fue un sueño Nerwen, no entiendo por que te preocupas tanto por eso, pero si quieres un presentimiento, creo que Findaráto se le declarara a esa muchacha Amarië.

La princesa arqueó una ceja pero luego terminó por reír, ambas regresaron a Tirion, donde Artanis se quedó para preparase para esa noche, mientras Rómeniel llegó a la residencia de Indis, donde la Vanya le sonrió dulcemente para decirle que Istarnië (como llamaban a Nerdanel ahí) estaba leyendo en su habitación.

—Aiya, amil—saludó la chica, la Elfa pelirroja se encontraba en un bello sillón con un libro entre las manos.
—¿Cómo te fue con tu prima, mi niña?—preguntó suavemente, estaba tan cansada... La casa casi estaba vacía pues mucha de la gente se había marchado a preparar la fiesta.

Le contó que habían ido a contemplar los Árboles y lo de la fiesta de la cosecha ese día. Nerdanel se dio cuenta de que ya habían pasado doce años valianos desde que su marido había sido desterrado, seguramente volvería y lo liberarían: una diminuta luz de esperanza se encendió en su corazón.

—Amil, ¿vendrás nosotros a la fiesta?—los ojos plata de la jovenzuela brillaban. Su madre no hacía mucha vida social desde lo de Fëanáro, pero para su decepción la escultora movió la cabeza en signo de negación.
—Iré a visitar a tu abuelo, hace mucho que no veo a mí padre y las calles de Tirion estarán libres de muchedumbre hoy—explicó acariciando el cabello negro y ondulado de Rómeniel.—Puedes ir con Artanis, cielo.

La joven sanadora suspiró pero luego le dio un beso en la frente a su madre y se dirigió a su habitación a vestirse. Cambió sus simples ropas grises, por una túnica color violeta, peinado las largas hebras negras en varías y delicadas trenzas como la Señora Indis le había enseñado, y luego de despedirse se marchó de la mansión rumbo al palacio de los Valar.



Para facilitar la lectura y comprensión:

Istarnië: fue unos de los primeros nombres pensados para Nerdanel, en mis historias es su nombre paterno.
Nerwen/Artanis: Galadriel
Makalaurë/Canafinwë: Maglor
Maitimo/Nelyafinwë: Maedrhos
Arafinwë: Finarfin
Varnewen: este es un personaje original, Elfa Noldo con madre Teleri, va aparecer en otra de mis historias.
Rómeniel: A ver si pude armar bien este nombre por lo que pude construir significa "Mujer del Este": Rómen(este)+iel(una de las muchas terminaciones que encontré para mujer).
Ambaráto:Amrod
Nolofinwë: Fingolfin

Frases:

Amil: Madre
Amme: Mamá
Man nályë?: ¿Quien eres?
Nerdaneliel: Hija de Nerdanel
herinya: Mi Señora
Atto: Papá
Atar: Padre
 Mahtaniel: Hija de Mahtan

 

 



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