Padres: Ilúvatar
Casado con: Manwë
Grupos: Aratar
Otros nombres: Tintallë (Quenya: “La Iluminadora”), Elentári (Quenya: “Reina de las Estrellas”), Elbereth (Sindarin: “Reina de las Estrellas”), Dama de las Estrellas.
Se dice en los antiguos escritos que Varda acudió en ayuda de Manwë porque sabía de las intenciones malignas de Melkor antes de que se hiciese la Música y que por ello la odiaba y la temía más que a ningún otro espíritu creado por Ilúvatar.
Vive en compañía de Manwë y conoce Eä como ningún otro Vala; es la más bella de todas las Valier y se dice que en su rostro aún permanece la Luz de Ilúvatar, que desprende de ella toda su alegría y poder.
Rara vez se separa de su esposo, y sus estancias están en Oiolossë, la montaña más alta de la Tierra, donde su palacio se eleva sobre las nieves eternas. Cuando Varda está en Taniquetil y Manwë está a su lado es capaz de escuchar todas las voces que se alzan de este a oeste, y se dice que es la más amada de todos los Valar por los Elfos, que solían llamarla Elbereth, y cuando los seres malignos escuchan su invocación muchos de ellos se estremecen y huyen ante el temor de provocar la ira de la esposa de Manwë.
Tenía numerosos espíritus a su servicio, pero los Sabios sólo registraron el nombre de uno de naturaleza Maia: Ilmarë, conocida por ser la Doncella de Varda.
Tras la Primera Guerra contra Melkor los Valar trajeron el orden de nuevo a Arda, y como había necesidad de luz Aulë construyó en el año 1900 Dos Grandes Lámparas para iluminar el Mundo. Los Maestros de Tradición dicen que Varda llenó estas Lámparas (llamadas Illuin y Ormal) y que Manwë las consagró, y durante mucho tiempo su luz inalterable cubrió toda la Tierra.
Pero tras la destrucción de las Grandes Lámparas, en el año 3450 de la conocida como Edad de las Lámparas, un cataclismo sacudió toda Arda y la morada de los Valar en Almaren quedó destruida. Los Dioses abandonaron la Tierra Media y se trasladaron a Aman donde unos años más tarde creó los Dos Arboles, Laurelin y TElperion, y con su luz comenzó la llamada Edad de los Arboles y la Cuenta del Tiempo.
Sin embargo existía un problema, porque la Luz de los Arboles sólo cubría la Tierra de Aman y las Tierras Exteriores estaban a oscuras y bajo la égida de Melkor. Como la llegada de los Hijos de Ilúvatar se aproximaba los Valar celebraron un consejo en el año 1000 de la Edad de los Arboles en el que Yavanna y Tulkas, entre otros, propusieron hacer la guerra al Oscuro para recobrar el domino de Arda. Pero Mandos habló por orden de Manwë y rechazó la petición argumentando que la llegada de los Primeros Nacidos habría de producirse en la oscuridad y que lo primero que habrían de contemplar serían las estrellas, acudiendo a Varda cuando tuvieran necesidad ya que así lo había decretado Ilúvatar.
Fue entonces cuando Varda abandonó el consejo de los Valar y desde las alturas de Taniquetil comenzó la más grande de las obras que los Valar hicieran desde su entrada en Arda, pues se canta que con el rocío de Telperion hizo nuevas estrellas de mayor brillo en preparación de la llegada de los Primeros Nacidos, y de aquí que luego la llamaran Tintallë y Elentári. Durante 50 Años Valianos trabajó la Reina de las Estrellas en estos quehaceres y durante este tiempo creó muchas estrellas como Carnil, Luinil, Nenar, Lumbar, Alcarinquë y Elemmírë. Y también reunió antiguas estrellas y las puso como signos en el cielo: Wilwarin, Telumendil, Soronúmë y Anarríma.
Gran renombre entre estas estrellas alcanzaron Menelmacar, con su cinturón de estrellas que presagia la Ultima Batalla (conocida también como Dagor Dagorath), y Valacirca, también conocida como la Hoz de los Valar y formada por siete grandes estrellas que giraban en el norte y que fueron creadas como advertencia a Melkor.
Estos titánicos trabajos finalizaron en el año 1050 de la Edad de los Arboles, y los Sabios dicen que en este año, y cuando Menelmacar hizo su entrada por primera vez y Helluin emitía su luz azul, los Primeros Nacidos despertaron en Cuiviénen y así se cumplió el designio que predijo que lo primero que verían los Elfos serían las nuevas estrellas de Tintallë, ya que cuando despertaron lo primero que hicieron fue mirar a los cielos, y al ver la luz de los astros se enamoraron de su luz y de su brillo y por ello amaron siempre la luz de las estrellas y se les llamó Eldar (“Pueblo de las Estrellas”, si bien este nombre luego fue aplicado a los Elfos que emprendieron el viaje al Oeste) y por sobre todos los Valar fue a Varda a quien más amaron.
Tras la creación de los Silmarils de Fëanor en el año 1450 de esta Edad todos los habitantes de Valinor sintieron un gran asombro al contemplar tan magnas creaciones, y Varda consagró las Joyas de manera que desde su bendición ningún ser mortal o maligno pudiera tocarlas sin quemarse y marchitarse antes su contaco. Pero Melkor robó los Silmarils y destruyó los Dos Arboles en el año 1495 y la oscuridad cubrió el Reino Bendecido. Yavanna intentó restaurar la vida de los Dos Arboles pero ya era demasiado tarde pues las heridas sufridas eran mortales y por ello, con la última flor de Telperion y la última fruta de Laurelin, Aulë creó dos grandes naves (tal y como se canta en el Narsilion) que transportaban estos frutos que tras ser consagrados por Varda y elevados en el cielo se convirtieron en la Luna y el Sol, dando comienzo con su salida a lo que luego se conoció como la Primera Edad del Sol.
Los nuevos astros dieron a Arda una luz mucho mayor que la de las estrellas pues estaban más cerca de la superficie, y Varda ordenó sus cursos de modo que se trasladaran siempre del oeste hacia el este, y tras pasar por las regiones inferiores del Ilmen se volvían a trasladar sobre la faz de la Tierra comenzando un nuevo ciclo. De este modo los Valar consiguieron iluminar toda la Tierra Media y se dice que Morgoth y sus sirvientes sintieron un gran temor ante las nuevas luces, y que se escondieron en lo más profundo de sus guaridas ante el temor que les provocaron.
Sin embargo se dice en las leyendas que al principio los primeros días se midieron de igual manera que en la Edad de los Arboles y durante este periodo ambos astros compartían el mismo cielo y por ello no existía alternancia en las luces. Lórien y Estë dijeron entonces que el descanso en Arda había quedado eliminado y por ello Varda modificó los cursos del Sol y la Luna de modo que en la Tierra hubiera un tiempo en el que la luz del Sol iluminara el mundo y otro tiempo en que la Luna y las estrellas reinaran en los cielos. Y así ha sido desde entonces a aún en nuestros días, y así seguirá siendo hasta que llegue el Cambio del Mundo.
Esta fue la última obra de Varda en las historias de los Días Antiguos, y según los Sabios sólo Manwë y Varda saben lo que habrá de venir tras el Fin de los Días.
Fuentes: