Smaug
Smaug fue uno de los últimos grandes dragones alados y escupefuego de la Tierra Media, temido por su poder destructivo, su inteligencia afilada y su insaciable codicia. Protagonista y principal antagonista de El Hobbit, Smaug fue el azote de Erebor y Valle, y su sombra se extendió durante casi dos siglos sobre el norte de Rhovanion, en lo que pasó a conocerse como la Desolación de Smaug.
Aunque Tolkien no detalló los orígenes de Smaug, posiblemente procedía de las Montañas Grises, que estuvieron infestadas de dragones en los tiempos de antaño. Aparentemente aún era joven en 2770 de la Tercera Edad —según él mismo y Gandalf— cuando descendió como una tormenta de fuego sobre Erebor, impulsado por las noticias de su extraordinaria riqueza. En ese momento, Erebor era el centro del comercio y el poder en el norte, y su tesoro despertaba la codicia incluso entre las bestias más peligrosas.
Smaug pasó de ser un joven poderoso a un dragón “viejo y fuerte” para el año 2941 T.E., fecha de la célebre aventura de Thorin y Compañía. Smaug atacó Erebor como un huracán procedente del Norte. Primero descendió sobre la Montaña Solitaria, prendiendo fuego a los bosques circundantes, y luego se abalanzó sobre los Enanos que huían por la Gran Puerta, matándolos sin piedad. Después devastó la ciudad de Valle, donde mató a la mayoría de sus defensores, incluyendo a Girion, Señor de Valle, aunque su esposa e hijo lograron huir a Esgaroth (Ciudad del Lago).
Smaug penetró finalmente en la Montaña, matando a todo Enano que encontró. Solo Thrór y Thráin II lograron escapar por la Puerta Secreta. Thorin Escudo de Roble sobrevivió porque no se encontraba dentro en el momento del ataque.
Una vez dueño del tesoro de Erebor —que incluía la Piedra del Arca y una cota de malla de mithril— Smaug se tendió sobre él y permaneció allí durante los siguientes 171 años, saliendo ocasionalmente para raptar personas, especialmente doncellas, y sembrar el terror. La región que lo rodeaba quedó desolada, sin vegetación ni vida, conocida como la Desolación de Smaug.
Gandalf, tras descubrir que el Nigromante en Dol Guldur era en realidad Sauron, temió que este pudiera ganarse a Smaug como aliado. Un dragón de tal poder al servicio del Enemigo habría sido devastador. Fue esa preocupación la que le llevó a urdir un plan: reunir a Thorin Escudo de Roble y al hobbit Bilbo Bolsón para neutralizar la amenaza del dragón y restaurar el equilibrio de poder en el norte de la Tierra Media.
De esta manera, en 2941 T.E., Thorin y Compañía llegaron a Erebor. Bilbo se introdujo por la Puerta Secreta durante el Día de Durin y logró robar una copa del tesoro de Smaug. El dragón, de memoria precisa, detectó inmediatamente el robo y, aunque no tenía necesidad de la copa, la ausencia lo enfureció enormemente. Salió en busca del ladrón, destruyó los alrededores, devoró los ponis de la Compañía y selló el paso principal con su cola.
En su segundo encuentro, Bilbo se acercó de nuevo usando el Anillo Único. Smaug fingió dormir, pero alzó la voz cuando detectó su presencia. Bilbo logró mantener con él una conversación enigmática, sin revelar su nombre ni procedencia. Smaug, vanidoso, se jactó de su invulnerabilidad y rodó sobre su tesoro, revelando su pecho cubierto de gemas. Pero Bilbo detectó un punto desnudo en el flanco izquierdo: una mancha sin escamas, como la concha de un caracol. Bilbo escapó con esta valiosa información, que escuchó un zorzal junto a la puerta. Fue este pájaro quien llevó la noticia a Esgaroth.
Furioso, Smaug creyó que los Hombres de la Ciudad del Lago habían ayudado a los intrusos y voló hacia allí para castigarles. Redujo la ciudad a cenizas, destruyó el Gran Salón y causó numerosas muertes. Pero Bardo, un arquero descendiente de Girion, disparó su Flecha Negra al punto vulnerable descrito por el zorzal, y mató al dragón de un solo disparo. Smaug cayó sobre Esgaroth, destruyendo lo que quedaba de la ciudad con su cadáver en llamas.
La muerte de Smaug supuso la liberación del norte, pero también provocó tensiones entre los Enanos, los Hombres y los Elfos por la reclamación del tesoro. Thorin se negó a compartirlo, lo que casi derivó en guerra, pero la llegada de los Orcos y Huargos unió a los pueblos libres en la Batalla de los Cinco Ejércitos.
A pesar de estar muerto, Smaug siguió infundiendo temor: sus huesos aún eran visibles en las aguas cercanas a la nueva Ciudad del Lago, pero nadie se atrevía a acercarse a recuperar los restos de oro o joyas.
Smaug combinaba las características típicas de los grandes dragones: una avaricia enfermiza, una vanidad sin límites, una memoria prodigiosa de su tesoro, una arrogancia temeraria, y una inteligencia despiadada. Gustaba de jugar con sus víctimas y era capaz de manipular con palabras, como mostró en su conversación con Bilbo. Esta mezcla de poder, astucia y ego le convertía en una amenaza excepcional, y en un potencial instrumento de destrucción si hubiera caído bajo la voluntad de Sauron.
El nombre “Smaug” deriva del verbo germánico smeugan, “penetrar, deslizarse a través”, reflejando su capacidad tanto literal como figurada de infiltrarse —ya fuese por grietas físicas o por las grietas de la voluntad ajena.
Adaptaciones
Smaug ha aparecido en múltiples adaptaciones de El Hobbit, desde la animación de 1967 donde se llamaba Slag, pasando por la película de Rankin/Bass de 1977 hasta la trilogía cinematográfica dirigida por Peter Jackson, donde fue interpretado mediante captura de movimiento por Benedict Cumberbatch. Esta última versión destaca por su espectacular diseño visual y su voz imponente, que han convertido a Smaug en uno de los dragones más icónicos del cine moderno.