Númenóreano
Lugar de origen o emplazamiento habitual: Númenor
Lengua o dialecto: Adunaico
Otros nombres: Señores del Mar, Tarcildi, Terchildi, Adûnâi, Go-hilleg, Númenóreans en V.O.
Los Númenóreanos fueron aquellos hombres descendientes de los Edain de la Primera Edad a quienes los Valar, como recompensa por su valerosa lucha contra el Señor Oscuro Morgoth durante la Guerra de las Joyas, obsequiaron con una sabiduría y longevidad muy superiores a las de otros hombres, y con una tierra propia: la gran isla de Númenor.
Esta isla, también conocida como Elenna, Andor ("Tierra del Don"), Oesternesse, la Isla de los Reyes o la Isla de las Estrellas, fue alzada en medio del Gran Mar, entre la Tierra Media y las Tierras Imperecederas. El nombre "Númenóreanos" deriva del quenya Númenórë, que significa "Tierra del Oeste"; en esta misma lengua se les llamaba Tarcildi, o Terchildi en sindarin. En su propia lengua, el adûnaico, eran los Adûnâi ("Hombres de Occidente"), mientras que en dunlendino se les conocía como Go-hilleg, y todos ellos fueron considerados Altos Hombres.
Los Númenóreanos eran en muchos aspectos más parecidos a los Primeros Nacidos, los Elfos. Poseían una luz en los ojos que recordaba a las estrellas y, hasta que la Sombra cayó sobre ellos, la enfermedad no los afligía. Eran altos, con una estatura promedio de dos "rangar" (aproximadamente 1.90 metros), aunque figuras legendarias como Elendil alcanzaron casi los dos metros y medio. Su longevidad era notable: la gente común vivía un promedio de 210 años, mientras que los de linaje real podían alcanzar entre 350 y 400 años; el propio Elros vivió 500 años. Al final de sus vidas, solían morir por propia voluntad, sintiendo el cansancio del mundo, antes que por decaimiento. Aunque sus hijos nacían más bellos que sus progenitores, eran pocos los niños que nacían, por lo que su número tardó mucho en crecer. Hablaban el Adûnaico, una lengua que evolucionó de los idiomas de sus antepasados Edain, pero también conocían el Sindarin, y el Quenya se reservaba para la transmisión del saber y para los nombres y documentos oficiales.
Eran grandes artífices y marineros consumados, y solían viajar con frecuencia a las costas de la Tierra Media. Mantenían trato con los Elfos de Tol Eressëa, la isla solitaria visible desde Númenor, aunque tenían prohibido por los Valar navegar hacia el oeste y pisar las Tierras Imperecederas de Aman. Se dice que, en los días de cielo despejado, los hombres de vista más aguda podían atisbar la lejana torre de Avallónë en Eressëa. Este contacto con los elfos les permitió aumentar su sabiduría y recibir valiosos bienes, como las Palantíri, las piedras videntes creadas por el mismísimo Fëanor, y un vástago del Árbol Blanco de Eressëa, que creció en la corte del Rey.
Sin embargo, con el paso de los siglos, una sombra comenzó a cernirse sobre el corazón de los Númenóreanos. Comenzaron a envidiar la inmortalidad de los Elfos y a temer la muerte, el Don de Ilúvatar que ahora veían como una maldición. Crecieron en orgullo, descuidando los dones de los Valar y volviéndose arrogantes. Esta división interna se manifestó en dos facciones: los "Hombres del Rey", la mayoría, que se apartaron de las enseñanzas de los Valar y de la amistad con los Elfos, y los "Fieles" o "Amigos de los Elfos", una minoría que permaneció leal a las antiguas tradiciones, liderada por los Señores de Andúnië. Los reyes comenzaron a adoptar nombres en Adûnaico, y Ar-Adûnakhôr llegó a prohibir el uso de las lenguas élficas. Aunque Tar-Palantir intentó más tarde arrepentirse de esta senda y restaurar las antiguas costumbres, era demasiado tarde para revertir la decadencia. La corrupción alcanzó su cénit cuando Ar-Pharazôn, el último rey, trajo a Sauron como prisionero a Númenor. El Señor Oscuro, con sus astutas palabras, pronto sedujo al rey y a la mayoría del pueblo, estableciendo un culto a Melkor con sacrificios humanos en un gran templo en Armenelos. El Árbol Blanco, Nimloth, fue quemado, aunque Isildur, con gran riesgo, logró rescatar un fruto.
Cegado por las promesas de Sauron de vida eterna, Ar-Pharazôn construyó una Gran Armada y zarpó hacia Aman con la intención de arrebatársela a los Valar. Ante esta blasfemia, Manwë invocó a Ilúvatar, quien intervino directamente cambiando la forma del mundo. Aman fue separado de los círculos de la Tierra, que fue hecha redonda. Númenor, atrapada en la gran transformación, fue anegada por una inmensa ola que la hundió bajo el mar. Sus imponentes torres y murallas se derrumbaron. Míriel, la legítima heredera al trono, intentó ascender a la cima del Meneltarma para escapar de la crecida de las aguas, pero fue alcanzada y pereció. Sauron, aunque fue tomado por sorpresa y su forma física fue destruida en el cataclismo, su espíritu logró escapar "como un vendaval" de regreso a la Tierra Media.
No todos los númenóreanos perecieron en la Akallabêth, la Caída. Nueve barcos, liderados por Elendil, hijo de Amandil, el último Señor de Andúnië, y sus hijos Isildur y Anárion, lograron escapar de la destrucción y llegaron a las regiones septentrionales de la Tierra Media. Allí, estos Fieles, también llamados Elendili, fundaron los reinos de Gondor y Arnor. Sin embargo, no fueron los únicos Dúnedain (término que a menudo se refiere a los Númenóreanos en general o a sus descendientes) que sobrevivieron; los llamados Númenóreanos Negros, aquellos que ya habían caído bajo la influencia de Sauron antes de la Caída, persistieron en Umbar y Harad, así como en otras colonias númenóreanas en el sur.