El origen de lo que históricamente se ha dado en llamar los Montaraces del Norte debemos situarlo a mediados del año 1975 de la Tercera Edad. En la primavera de ese año acaecieron dos hechos que habían de marcar la historia del reino del norte. El primero fue el naufragio en la bahía de Forochel de la nave que devolvía al sur a Arvedui, último rey de Arnor (aunque formalmente solo fuese proclamado arthedain'>rey de Arthedain). Con él se perdieron dos de los mayores tesoros del reino: Las Palantiri de Amon Sûl y de Annúminas. El otro acontecimiento de esa primavera fue la fornost'>batalla de Fornost, donde un ejército venido de Gondor, al mando de Eärnur (quien sería el último rey de Gondor), junto con tropas de Lindon y Arthedain pusieron en fuga a los ejércitos del angmar'>Rey Brujo de Angmar. Después de la batalla hubo algunos nobles que ofrecieron a Aranarth, el hijo mayor del rey Arvedui, el cetro del norte, diciendo:
Ahora que el enemigo de Angmar ha sido derrotado, vos podréis reinar de nuevo sobre todo el norte. Aceptad el cetro de Annúminas y nosotros reconstruiremos el reino para vos.
Pero Aranarth consultó su decisión con Elrond, quien aconsejó que el reino del norte pasara a las sombras, pues "si el poder de Arnor se alza de nuevo, Angmar volverá a atacarlo con más fuerza, pues su Señor no es un simple capitán de Orcos, sino el mayor servidor de aquel que Sauron, el enemigo del Oeste. Su voluntad, férrea como el destino, está tras los ejércitos de Angmar, y, si se lo permitimos, su odio contra nuestro pueblo os destruirá, no solo a vos, sino a todo el linaje de Elendil, hasta que nadie sobre la tierra pueda reclamar el señorío de los Númenóreanos. Escuchad mi consejo, y tal vez aun quede una esperanza. Ocultaros en las sombras, ayudaros de ellas para esconder los restos de los Dúnedain, y mientras vuestra casa sobreviva, brillará una esperanza para los Dúnedain". Y haciendo caso de las palabras de Elrond, Aranarth entregó a su custodia el cetro de Annúminas y la Elendilmir, símbolos de la realeza en el norte, pero guardo para sí y para su descendencia el anillo de Barahir, para que nunca olvidasen su origen, y los fragmentos de Narsil, a la espera del día en que fuese forjada de nuevo y los restos del noble pueblo dejarían atrás las sombras para resurgir de nuevo, o caer para siempre.
Aranarth no olvidó que los reyes habían jurado, desde los tiempos de Elendil Voronwë, defender a sus súbditos, y con tal propósito nacieron los Montaraces: defender el reino del norte, tal y como eran sus fronteras de antiguo, desde el Bruinen al Lhûn, desde el Belegaer a los páramos del norte, y desde las Ered Luin a las Hithaeglir. Y gracias a ellos muchos de los pueblos del norte lograron sobrevivir hasta que se restauró el reino, aunque la gente sencilla hubiese olvidado quienes éramos, y nos viesen más como vagabundos de las tierras baldías que como descendientes de los reyes de antaño. Pero fue así, ocultos, como logramos sobrevivir, combatiendo la sombra sin atraerla, para poder, llegada la hora, salir una vez más a la luz del brillante día.
Estos son los nombres de los Capitanes de los Dúnedain, tal y como el elessar'>rey Elessar Telcontar mandó inscribirlos en el Libro de los Reyes de Minas Tirith:
Aranarth hijo de Arvedui, Arahael, Aranuir, Aravir, Aragorn I, Araglas, Arahad I, Aragost, Aravorn, Arahad II, Arassuil, Arathorn I, Argonui, Arador, Arathorn II, y Aragorn II, llamado Elessar Telcontar, Envinyatar, Soberano de las Tierras Occidentales.
Algunas obras escritas en Gondor en los años posteriores a la Guerra del Anillo han dado en identificar los términos Montaraz del Norte y Dúnedain del Norte. En concreto, uno de los autores más difundidos dice:
Parece ser que la mayoría de los varones Dúnedain eran Montaraces, y que estaban liderados por el Capitán de los Dúnedain, que era el heredero de Isildur1.
Esta afirmación parte sin duda de la impresión creada en Gondor por la Compañía Gris. Ciertamente nuestra llegada y composición daba esa impresión, pero no era cierto más que en parte. Todos los Dúnedain varones recibían enseñanza marcial (y no era raro que las mujeres aprendieran a manejar el arco, para poder defender sus hogares, aldeas y granjas frente a posibles ataques, e incluso a veces alguna destacaba por su dominio de la espada, pues el pueblo de los Dúnedain había mermado, y todos los brazos eran necesarios), además de otros saberes, aunque no todos entraban a formar parte del "Cuerpo de Montaraces". La selección se hacía tanto en base a las aptitudes de cada uno como de sus intereses personales, y ciertamente bastantes preferían dedicar sus días al cuidado de sus granjas y haciendas, o al estudio de las estrellas, o cualquier otro saber que tuviesen a su alcance, aunque en caso de necesidad todos debían estar preparados para acudir a la llamada del Capitán. En caso de gran necesidad se habrían podido reunir quinientos hombres a caballo perfectamente armados en cualquier punto del reino en un plazo de treinta días, y no todos serían montaraces. Pero esa era toda la fuerza de que podíamos disponer.
Cuando la Compañía Gris dio alcance a Aragorn en Rohan, Halbarad dijo a Elessar:
Tengo conmigo treinta hombres. Todos los de nuestra estirpe que pude reunir con tanta prisa; pero los hermanos Elladan y Elrohir nos han acompañado, pues desean ir a la guerra. Hemos cabalgado lo más rápido posible, desde que llegó tu llamada.
La llamada que llegó a Rivendell venía sin duda de Lórien, y solo podemos especular respecto a cuando salió el mensaje. Parece difícil que Galadriel y Celeborn tomasen esa decisión ellos solos, por lo que en mi opinión no pudo salir antes de que Gandalf llegase a galadhon'>Caras Galadhon, y se reuniese con los señores de Lórien. Pero eso ocurrió el decimoséptimo día de Nínui2. El encuentro con Aragorn ocurrió a pocas millas al este de los isen'>Vados del Isen, en la madrugada del sexto día de Gwaeron3. De Imladris a los Vados el camino se acerca a las 200 leguas4, un viaje que, en el mejor de los casos es difícil hacerlo en menos de doce días (que es lo que tardamos nosotros) sin disponer de postas de caballos y marchando en caballos entrenados para la guerra5. Así es que marchamos de Rivendell la madrugada del vigésimo cuarto día de Nínui. Por tanto en el breve plazo de siete días llegó un mensaje desde Lórien a Rivendell, y se reunió la Compañía Gris. Algunos autores han defendido que la Compañía Gris procedían del cuerpo de guardia de la Comarca y Bree, pero la guarnición de montaraces en aquella zona estaba disminuida desde el combate contra los Nazgûl en los vados de Sarn, y a mediados del otoño aún disminuyo más pues los montaraces marcharon buscando restos de los espectros al sur de Rivendell y comprobando los caminos que llevaban al sur y más allá de las montañas. Muchos de ellos no regresaron al norte hasta después del deshielo, y en Eriador en aquellos momentos no habría más de 70 montaraces repartidos por toda su geografía. Los hijos de Elrond saben más de esos hechos, pero poco dicen de lo que pasó exactamente, ya que aún pesa en su corazón el recuerdo de su padre, y Halbarad, el único de nuestro pueblo que sabía como transcurrieron esos días se llevó el secreto a su tumba al caer como un valiente en los Campos del Pelennor, pero todo parece indicar que el mensaje llegó a través de las Águilas (aunque algunos han especulado con la posibilidad de transmitir mensajes entre los Anillos Élficos, de forma similar a las Palantiri). De todos modos entre Lórien y Rivendell hay 80 leguas6 a vuelo de pájaro, que incluso Gwaihir no pudo hacer en menos de un par de horas.
Si en algo se caracteriza el equipo del montaraz es por ser a un tiempo ligero y útil. De la Compañía Gris se dice que formaban, en la fortaleza de Cuernavilla, "un grupo ordenado y silencioso, armados de lanzas, arcos y espadas. Vestían oscuros mantos grises, y las capuchas les cubrían la cara y el yelmo. Los caballos que montaban eran vigorosos y de estampa arrogante, pero hirsutos de crines; (…). En los arreos y gualdrapas de las cabalgaduras no había ornamentos ni resplandores de oro y pedrerías; y los jinetes mismos no llevaban insignias ni emblemas, excepto una estrella de plata que les sujetaba el manto en el hombro izquierdo."
De ordinario, cuando cabalgábamos por el norte acostumbramos a usar armaduras ligeras, de cuero, aunque todos disponemos de cotas de malla más pesadas y resistentes, que se guardan para las raras ocasiones en que los Montaraces han tenido que luchar en guerra declarada (ya sea dentro de las fronteras del reino o sirviendo a otros reyes del Oeste, como el rey Elessar cuando sirvió en Rohan y Gondor en su juventud). De hecho jamás una compañía de montaraces había cabalgado en toda su historia armados todos sus miembros con cotas de malla hasta los días de la Guerra del Anillo. El uso de escudos, muy difundido entre otros pueblos, no pasa de ser un elemento curioso entre los montaraces. De hecho este es considerado un complemento del caballero en tiempo de paz, y en la hora de la batalla más un estorbo que una ayuda, aunque es habitual llevarlo atado a la espalda para casos de necesidad. El montaraz ante todo es precavido y prefiere un estorbo capaz de salvarle la vida a ser un cadáver de pies ligeros. Esto no es así entre todos los Dúnedain, y nuestros hermanos del sur, por ejemplo, tienen mayor costumbre de usar escudos, sobretodo sus compañías de infantes, donde es considerado un complemento vital del soldado.
Entre las armas, como explica el fragmento anterior, son usuales arcos y lanzas. El arco es un arma de amplia tradición entre los hijos de Númenor, aunque ya no se fabriquen como los que trajeron los exiliados a las costas de la Tierra Media. El acero ha sido substituido por la madera, perdiendo potencia y duración (de forma muy parecida ¡ay! a nuestro pueblo). La lanza también es un arma empleada ya de antiguo por los infantes númenóreanos (quienes la adaptaron de los elfos) y en nuestros tiempos es más larga que antaño7, para adaptarla a su uso desde el caballo con objeto de derribar o atravesar al enemigo. Además tiene la ventaja de ser un arma fácil de conseguir en cualquier sitio (e incluso se puede improvisar en casos de necesidad) ya que es usual entre los cazadores, aunque entre ellos se use una variedad más ligera y corta.
Por último llegamos a la que muchos consideran el arma más preciada, y que sin duda en muchas ocasiones es la más valiosa: la espada. Debemos distinguir entre dos tipos de espada, el eket y el anket.
El eket es una especie de puñal de hoja ancha, en punta y de doble filo, de un pie a pie y medio de largo. De esta clase son las llamadas Hojas de los Medianos, las espadas del Thain tuk'>Peregrin Tuk, y del Señor de Los Gamos, brandigamo'>Meriadoc Brandigamo. Dardo, la espada de los señores Frodo y Bilbo Bolsón, es un arma del mismo diseño, aunque más antigua, cuyo origen se remonta a las guerras que los elfos y los padres de los hombres libraron contra el Enemigo Oscuro. Su diseño fue copiado después en Númenor por los Dúnedain, pero los primeros en forjar un eket sobre la Tierra Media fueron los Noldor en Beleriand.
Se conoce como anket a la espada tradicional, de hoja ancha y doble filo y de tres o cuatro pies de largo. Su hoja es afilada, aunque en los de mayor tamaño esto no siempre así, y se convierten en armas pesadas y contundentes. Entre los anketi se encuentran muchas de las armas más valiosas y antiguas de nuestro pueblo, pasadas de padres a hijos durante generaciones, hasta llegar a nuestros días. Seguramente el anket más famoso de nuestros días sea Andúril, aunque, al igual que ya se ha comentado respecto a los eketi, muchas espadas élficas de antaño son del mismo tipo. Posteriormente las espadas del pueblo élfico se han alargado y estrechado, y tienen una hoja muy afilada, cuyo corte es mortal.
Sobre los caballos de los Dúnedain, hay quien quiere ver en ellos los descendientes de los que nuestros padres usaban en Númenor. Tal vez sea así, pero en todo caso su sangre se ha mezclado con la de sus parientes de Eriador, originando una estirpe de caballos robustos y adecuados a los fríos inviernos del norte, una raza noble, aunque no sean tan hermosos como los caballos empleados en Gondor y Rohan, tierras de clima más suave.
Es notable que entre los montaraces se haya conservado el llamado "bolsillo de lo imprescindible", que contiene un frasco de cordial y algunas hostias de pan del camino. Su uso en el sur se había reducido en nuestros días a la obligación por parte de cada soldado de llevar las provisiones necesarias para dos días de marcha ligera.
Tras la Guerra del Anillo la Compañía Gris, privada de Halbarad, su capitán caído en los Campos del Pelennor, quedó a las órdenes directas del Rey Elessar, sirviendo de Guardia Real cuando el rey marcha de Minas Tirith, donde la Guardia esta compuesta por los Guardias de la Ciudadela. Con el tiempo algunos de sus miembros regresaron a sus hogares en el norte, o adquieron puestos de renombre en la corte. Pero todos, en cualquier sitio que fueran, eran recibidos con honores, pues eran considerados amigos del rey.
En el Sur la temible Oscuridad crece
Los Reinos se enfrentan a su destino
Minas Tirith es el barco que corta la marea
La marea del destino que todo lo inunda.
Del Oeste les llegará la esperanza
Esperanza olvidada que parece imposible.
La Compañía Gris cabalga en las sombras.
El bramar de la batalla sobrecoge la tierra
Quizás la última batalla antes que todo acabe
La última luz que pueda brillar libre
Más allá de Sombras y Tinieblas, Odio y Temor.
El mundo expectante contiene su aliento
Esperando oír, de su esperanza, la agonía.
Pero al mando de los Olvidados, cabalga el Rey.
Viniendo a la luz cuando el mundo se oscurece
El Rey y la Compañía Gris toman su camino
Dejando atrás los Senderos que solo los Muertos hoyan
Cruzan la noche como estrellas fugaces en un sueño.
De Erech a Pelargir, raudos como la montura permite
Y de allí al norte, a Minas Tirith, buscando
La Victoria y la Gloria ¡Cabalga la Compañía Gris!
1 Robert Foster, The Complete Guide to Middle Earth, Ballantine Books 1978 volver
2 Febrero o Solmath en La Comarca. volver
3 Marzo o Rethe en La Comarca. volver
4 Unos 900 kilómetros. volver
5 Gandalf tardó seis días en hacer el recorrido inverso, de Edoras a Hobbiton, montando a Sombragris y sin tener que mantener constantemente el ritmo de los animales más lentos, como debíamos hacer nosotros. Pero su caso es un hecho excepcional, y caballos como Sombragris ya no cabalgan en la Tierra Media. Además nuestros caballos en esa marcha eran de una raza más acostumbrada a la resistencia que a la velocidad. volver
6 Unos 380 kilómetros. volver
7 En unos dos pies. volver