Enano

Lugar de origen o emplazamiento habitual: Gundabad, las Montañas Azules, Khazad-dûm, las Montañas Grises, la Montaña Solitaria, las Colinas de Hierro y las Cavernas Centelleantes de Aglarond.

Lengua o dialecto: Para hablar entre ellos, utilizan el Khuzdûl. Pero dominan bien las otras lenguas, como el Sindarin o el Oestron.

Enano

Los Enanos, también conocidos como los Khazâd en su propia lengua, el khuzdul, o Naugrim ("pueblo menguado - enano") y Gonnhirrim ("maestros de la piedra") en élfico, son una raza humanoide creada por el Vala Aulë bajo las montañas de la Tierra Media durante las Edades de la Oscuridad.

Aulë, un artesano de inmenso talento, anhelaba tener discípulos a quienes legar su sabiduría y habilidades. Impaciente por la llegada de los Primeros Nacidos según los designios de Ilúvatar, decidió tomar la iniciativa. Así dio forma a los primeros trece Enanos: los Siete Padres, entre ellos Durin, el mayor, que no tuvo pareja inicial, y otros seis que sí la tuvieron. En aquellos tiempos, la Tierra Media estaba bajo el yugo de Melkor, por lo que Aulë los dotó de una fortaleza y resistencia extraordinarias, haciéndolos duros como la roca, tenaces, leales en la amistad y fieros en la enemistad. Eran capaces de soportar el trabajo, el hambre y el dolor físico como ninguna otra criatura parlante.

Sin embargo, su creación no fue perfecta; los Enanos solo cobraban vida y movimiento cuando el pensamiento de Aulë se centraba en ellos. Cuando Ilúvatar descubrió esta empresa, reprendió a Aulë. Arrepentido, el Vala se dispuso a destruir a sus hijos de piedra con un gran martillo, pero los Enanos, sobrecogidos, imploraron clemencia. Conmovido por la humildad de Aulë, Ilúvatar decidió perdonarlos y acogerlos en su gran plan para Arda. Les concedió vida verdadera, pero ordenó a Aulë que los sumiera en un profundo sueño en lugares ocultos hasta que los Elfos, los auténticos Primeros Nacidos, hubieran despertado.

Aulë obedeció, y cuando llegó el momento propicio, fue Ilúvatar mismo quien despertó a los Enanos. Por esta razón, se les conoce como los Hijos Adoptivos de Ilúvatar. Se cuenta que Durin, el primer padre, abrió los ojos en las cavernas del Monte Gundabad, un lugar que con el tiempo se convertiría en un punto de reunión crucial para los reyes de los siete clanes enanos.

Los Enanos son seres más bajos que los humanos, midiendo entre 120 y 150 centímetros, pero su complexión es robusta y corpulenta, superando en fuerza y resistencia a otras razas. Su rasgo más distintivo es la barba, que lucen con orgullo tanto hombres como mujeres desde temprana edad; afeitarles la barba se considera la mayor de las afrentas y una ofensa imperdonable. Su carácter es tenaz e indomable, y su persistencia en el trabajo los convierte en la raza más laboriosa. Son valientes en la batalla, y su voluntad y orgullo son tan firmes que rara vez caen en engaños o son corrompidos por el mal, ni siquiera bajo la influencia de los Anillos de Poder. Aunque algunos podrían tildar su persistencia de terquedad y su orgullo de soberbia, lo cierto es que, si bien su orgullo les ha jugado malas pasadas, es un rasgo que, en un momento u otro, ha afectado a todas las razas.

Estos seres gozan de una larga vida, superando la de los Hombres, aunque no son inmortales. Su esperanza de vida promedio en la Tercera Edad rondaba los 250 años, si bien algunos notables como Dwalin llegaron a vivir 340 años. Hasta cumplir los 30 años, se les consideraba demasiado jóvenes para las duras faenas o la guerra. A los 40, alcanzaban la apariencia que mantendrían durante la mayor parte de su existencia, y solo en los últimos diez años de vida mostraban signos visibles de vejez. Por lo general, no padecían enfermedades, aunque en épocas de abundancia, la corpulencia podía llegar a ser un problema. Curiosamente, les disgusta nadar, navegar, volar y montar animales más grandes que los ponis.

La fe de los Enanos se centra en la veneración a Aulë, a quien llaman Mahal, el Hacedor. Su devoción se manifiesta a través de la excelencia de sus obras manuales, más que mediante rezos o la construcción de templos. Creen firmemente que Aulë vela por ellos y que, tras la muerte, los reúne en estancias separadas de Mandos, donde esperan para servirle y ayudarle en la reconstrucción de Arda después de la Última Batalla. También mantienen la creencia en una forma de reencarnación de sus reyes, en la que el espíritu de un monarca ancestral puede retornar en el cuerpo de un descendiente.

Su idioma nativo es el Khuzdûl, una lengua que Aulë creó para ellos y que guardan con celo, sin revelarla a extraños. Para comunicarse con otras razas, utilizan nombres públicos en lenguas ajenas, reservando sus verdaderos nombres khuzdûl para sí mismos. Aprendieron con sorprendente rapidez el sindarin, la lengua de los elfos grises, y adoptaron las runas élficas, conocidas como Cirth, para la escritura de su propia lengua. Incluso desarrollaron un ingenioso lenguaje de gestos secreto, el iglishmêk, para comunicarse en silencio. Sus extraordinarias habilidades se centran en el trabajo con materiales inertes; su maestría en la metalurgia, la talla de gemas, la minería y la arquitectura es insuperable. Fueron ellos quienes inventaron las hachas y martillos de guerra, así como las cotas de malla. Aunque no practican una magia activa como los elfos, son capaces de imbuir poderosos encantamientos en sus creaciones más preciadas. Son un pueblo culto que lleva meticulosos registros de sus actividades y que sabe disfrutar de la música ceremonial, la buena comida, la bebida y los grandes festejos. 

Su población, sin embargo, crecía con lentitud, en parte debido a la escasez de mujeres, que apenas representaban un tercio del total y que raramente abandonaban sus moradas subterráneas o contraían matrimonio. Es notable que las mujeres enanas también lucen barba, lo que las hace difíciles de distinguir de los varones para ojos inexpertos, dando pie al erróneo rumor de que los enanos simplemente nacían de la piedra. La única enana cuyo nombre ha trascendido en las crónicas es Dís, la hermana de Thorin Escudo de Roble.

Los Siete Padres originales dieron lugar a siete grandes casas o clanes enanos. Entre ellos destacan los Barbaslargas, también llamados Barbiluengos, que eran el pueblo de Durin, considerados los más nobles y con origen en el Monte Gundabad y más tarde en la gran ciudad de Moria. Otros clanes importantes fueron los Barbas de Fuego y los Nalgudos, ambos establecidos originalmente en las Montañas Azules, donde erigieron las famosas ciudades de Nogrod y Belegost. Los Puños de Hierro y los Barbatiesas también provenían del Este; estos últimos eran conocidos por sus excavaciones en las heladas tierras de Forochel y alrededor de las Montañas Grises. Finalmente, los Morenos y los Pies de Piedra, igualmente originarios del Este, destacaban los primeros como grandes arquitectos y joyeros, aunque algo codiciosos, y los segundos como expertos talladores de gemas. Existió además un octavo grupo, los Enanos Mezquinos, que en realidad eran exiliados de diversos clanes y que fueron perseguidos por los Elfos en la Primera Edad hasta casi su completa desaparición.

En la remota Primera Edad, Durin I, llamado el Inmortal, fundó la legendaria ciudad de Khazad-dûm. Mientras tanto, en las Montañas Azules, los Enanos de Belegost (conocida por ellos como Gabilgathol) y Nogrod (Tumunzahar) establecieron relaciones comerciales con los Elfos Sindar. Los Enanos de Belegost fueron los inventores de la cota de malla y contribuyeron a la excavación de Menegroth, las Mil Cavernas del rey elfo Thingol. De Nogrod surgió Telchar, uno de los más grandes herreros enanos, artífice de armas tan famosas como Narsil y Angrist, y del formidable Yelmo de Dragón de Dor-Lómin. Los Enanos de las Montañas Azules también se enfrentaron a las fuerzas de Melkor, y fue Azaghâl, señor de Belegost, quien en la batalla Nírnaeth Arnoediad (la Batalla de las Lágrimas Innumerables) logró herir al gran dragón Glaurung antes de caer él mismo. Una historia trágica de esta edad involucra el Nauglamír, el Collar de los Enanos, forjado inicialmente para Finrod Felagund. Tras ser recuperado por Húrin, fue entregado a Thingol, quien, deseando aumentar su belleza, encargó a los Enanos de Nogrod que le engastaran el Silmaril que Beren había arrebatado a Morgoth. Sin embargo, la codicia se apoderó de estos Enanos, quienes desearon el collar para sí y terminaron asesinando al rey Thingol.

Aunque los Elfos lograron recuperar el Nauglamír, los Enanos de Nogrod, considerándolo de su propiedad, no tardaron en atacar el reino de Doriath para recuperarlo. Fueron repelidos, y Beren consiguió el collar, entregándoselo a su amada Lúthien. Finalmente, tras la devastadora Guerra de la Cólera, las grandes ciudades enanas de Nogrod y Belegost se hundieron junto con la mayor parte de la tierra de Beleriand. Los Enanos supervivientes buscaron refugio principalmente en Khazad-dûm, que gracias a ello prosperó enormemente, llegando a colonizar las Colinas de Hierro y las Montañas Grises.

Con la llegada de la Segunda Edad, Khazad-dûm vio aumentar aún más su riqueza y poder con la llegada de más Enanos de las Montañas Azules. Durante este tiempo, mantuvieron una estrecha amistad con los Elfos Gwaith-i-Mírdain del reino de Eregion, colaborando incluso en la construcción de las Puertas de Durin de Moria para facilitar el tránsito entre ambos pueblos. Fue en esta época cuando Sauron, bajo la hermosa apariencia de Annatar, el Señor de los Dones, distribuyó los Anillos de Poder. Siete de estos anillos fueron entregados a los Señores Enanos. Aunque los anillos no lograron someterlos al mal como ocurrió con los Hombres, sí avivaron en ellos una insaciable codicia por el oro.

Cuando estalló la guerra entre los Elfos y Sauron, los Enanos de Khazad-dûm, bajo el liderazgo de Durin III, acudieron en ayuda de Elrond, atacando a las fuerzas de Sauron por la retaguardia. Como represalia, Sauron intentó asaltar Moria, pero sus poderosas puertas se cerraron ante él, obligándolo a desistir. No obstante, su odio hacia los Enanos se intensificó. Al concluir esta edad, algunos Enanos del Pueblo de Durin se unieron a la Última Alianza de Elfos y Hombres contra Sauron, aunque se cuenta que Enanos de otras casas lucharon en ambos bandos del conflicto.

La Tercera Edad trajo consigo un agravamiento en la decadencia del Pueblo de Durin. En el año 1980 de esta edad, mientras excavaban en las profundidades de Khazad-dûm en busca del preciado mithril, los Enanos despertaron a un terrible Balrog, un demonio de Morgoth que había permanecido oculto desde tiempos antiguos. Esta criatura mató al rey Durin VI y a su hijo Náin I, forzando a los Enanos a abandonar su ancestral hogar, que desde entonces fue conocido como Moria, el "Abismo Negro". La mayoría de los exiliados se dirigieron a las Montañas Grises, mientras que el nuevo rey, Thráin I, fundó un nuevo reino, aunque brevemente, en Erebor, la Montaña Solitaria, donde descubrió la Piedra del Arca. Su hijo, Thorin I, decidió más tarde trasladarse a las Montañas Grises, donde su pueblo prosperó durante cinco generaciones (Thorin I, Glóin I, Óin, Náin II y Dáin I), resistiendo los ataques de los Dragones Fríos del Norte.

Sin embargo, tras la muerte de Dáin I a manos de un dragón, su hijo mayor, Thrór, decidió regresar a Erebor, mientras que su hijo menor, Grór, se encaminó hacia las Colinas de Hierro. Bajo el reinado de Thrór, Erebor volvió a florecer, pero la tragedia golpeó de nuevo en el año 2770 T.E. cuando el dragón Smaug el Dorado descendió sobre la montaña, destruyó el reino y se adueñó de su vasto tesoro. Thrór condujo a los supervivientes a un nuevo exilio en las Tierras Brunas, mientras otros buscaron refugio en las Colinas de Hierro. Años después, Thrór, afectado por la maldición de su Anillo de Poder, viajó a Moria, donde fue asesinado por el orco Azog. Este acto infame desencadenó la sangrienta Guerra entre Enanos y Orcos. Todas las casas enanas se unieron en este conflicto, que culminó en la gran Batalla de Azanulbizar, también conocida como Nanduhirion, a las puertas de Moria. Los Orcos fueron derrotados, pero el Balrog seguía morando en las profundidades de Khazad-dûm.

Dáin Pie de Hierro regresó entonces a las Colinas de Hierro con su gente. Thráin II, hijo de Thrór, y su propio hijo, Thorin Escudo de Roble, se establecieron durante un tiempo en las Ered Luin (Montañas Azules). Thráin II, en un intento posterior por regresar a Erebor, fue capturado por las fuerzas de Sauron en la fortaleza de Dol Guldur, donde le fue arrebatado el último de los Siete Anillos de los Enanos. Años más tarde, su hijo Thorin II Escudo de Roble, acompañado por doce enanos más, el hobbit Bilbo Bolsón y el mago Gandalf, emprendió la famosa Búsqueda de Erebor. Esta aventura culminó con la muerte del dragón Smaug a manos de Bardo el Arquero y la posterior Batalla de los Cinco Ejércitos, en la cual Thorin perdió la vida. Su pariente, Dáin II Pie de Hierro, señor de las Colinas de Hierro, se convirtió entonces en Rey Bajo la Montaña. Bajo el sabio gobierno de Dáin, Erebor recuperó su antiguo esplendor. Durante este periodo, Balin, uno de los compañeros de Thorin, intentó reconquistar Moria, pero la expedición terminó en un trágico desastre.

Durante la Guerra del Anillo, Erebor fue asediada por ejércitos de Orientales aliados de Sauron, y en esa lucha cayó el anciano rey Dáin II. Fue su hijo, Thorin III Yelmo de Piedra, quien finalmente logró la victoria sobre el enemigo tras la derrota definitiva de Sauron. También fue en el transcurso de esta guerra cuando el Balrog de Moria fue finalmente vencido por Gandalf, durante el paso de la Compañía del Anillo a través de la antigua ciudad enana. Un Enano que alcanzó gran renombre en esta época fue Gimli, hijo de Glóin (otro de los compañeros de Thorin). Gimli fue uno de los nueve miembros de la Compañía del Anillo y se ganó el eterno título de Amigo de los Elfos, debido a la profunda amistad que lo unió a Legolas el elfo y a la veneración que sintió por la Dama Galadriel de Lórien.

Con la llegada de la Cuarta Edad, Gimli condujo a un grupo de Enanos desde Erebor hasta Aglarond, las Cavernas Centelleantes situadas detrás del Abismo de Helm, y allí fundaron una nueva y próspera colonia. Se cuenta una historia singular sobre Gimli: que al final de sus días no murió en la Tierra Media, sino que, por la gran amistad que lo unía a Legolas, navegó junto a él hacia las Tierras Imperecederas, un honor nunca antes concedido a un Enano. Los reinos de Erebor y Aglarond mantuvieron su independencia, pero forjaron una sólida alianza con el Reino Reunificado de Aragorn. Las leyendas también dicen que Durin VII, conocido como "el Último", heredero de Thorin III, finalmente regresó a Khazad-dûm y devolvió a la gran ciudad subterránea su antiguo y perdido esplendor.

La relación de los Enanos con las otras razas de la Tierra Media fue compleja y variada a lo largo de las edades. Generalmente mantenían lazos amistosos con los hobbits. Su trato con los Hombres dependía en gran medida del reino o la facción en cuestión. Con los Elfos, la relación fue inicialmente buena, a pesar de algunos malentendidos tempranos. Sin embargo, la soberbia de algunos Elfos y disputas amargas, como la relacionada con el tesoro del Nauglamír, agriaron las relaciones durante largos periodos, aunque siempre hubo excepciones notables, como la profunda amistad entre Gimli y Legolas.

Los Enanos eran enemigos acérrimos de los orcos, los trolls y, de manera muy especial, de los dragones, quienes codiciaban sus tesoros. A pesar de su legendaria resistencia a la corrupción, se susurra que algunos Enanos de los clanes más orientales cayeron bajo la influencia de la Sombra en tiempos antiguos y sirvieron voluntariamente al bando de la oscuridad, o incluso forjaron alianzas con los orcos. No obstante, es un hecho notable que ningún Enano perteneciente al linaje de Durin luchó jamás del lado del mal.

Como guerreros, los Enanos eran temibles, disciplinados y estaban formidablemente bien organizados, blandiendo con maestría hachas, martillos, espadas y escudos. A pesar de su destreza y valentía, solían ser reacios a embarcarse en guerras, en parte debido a su relativamente escasa población y a su natural inclinación por la minería, la herrería y la artesanía, actividades en las que su habilidad era insuperable.


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