Raza o especie: Hombre de la casa de Hador
Nacimiento: 464 P.E. en Dor-lómin
Muerte: 499 P.E. en Cabed-en-Aras.
Padres: Húrin y Morwen
Casado con: Níniel
Hermanos: Lalaith y Nienor
Objetos: Yelmo-Dragón de Dor-lómin
Otros nombres: Turambar (Quenya, “Amo del Destino”), Neithan (Sindarin, “El Ofendido” “El que fue despojado”), Gorthol (Sindarin, “Yelmo Terrible”), Agarwaen (Sindarin, “Manchado de Sangre”), Mormegil (Sindarin, “La Espada Negra”), Dagnir Glaurunga (Sindarin, “La Ruina de Glaurung”), y como Hombre Salvaje de los Bosques
Túrin tuvo dos hermanas, Lalaith, que falleció a los tres años a causa de una peste traída por un viento maligno desde Angband, y Nienor.
También conocido como Turambar (Quenya, “Amo del Destino”), Neithan (Sindarin, “El Ofendido” “El que fue despojado”), Gorthol (Sindarin, “Yelmo Terrible”), Agarwaen (Sindarin, “Manchado de Sangre”), Mormegil (Sindarin, “La Espada Negra”), Dagnir Glaurunga (Sindarin, “La Ruina de Glaurung”), y como Hombre Salvaje de los Bosques. Heredero de la Casa de Hador Lórindol.
Dicen las antiguas Crónicas que Túrin nació en el invierno del año 464 de la Primera Edad en Dor-lómin, un hermoso niño de piel clara y de ojos grises, con el cabello oscuro como su madre. Pertenecía a la Casa de Hador a causa de su descendencia paterna (y de hecho era el heredero) pero en realidad por sus venas corría sangre de las Tres Casas, pues su padre era hijo de Galdor el Alto, hijo de Hador Lórindol y de Hareth de los Haladin, y Morwen, su madre, era hija de Baragund, de la Casa de Bëor. Dos años más tarde nació su hermana Urwen, a quien todos llamaban Lalaith (“Risa”) pues era bella como un niño de los Elfos y con su sonrisa alegraba el corazón de todos aquellos que la veían. Túrin amaba mucho a su hermana y con ella pasaba mucho tiempo, bien haciéndola compañía o, la mayoría de las veces, vigilándola y observándola en secreto. Y es que el carácter de Túrin fue siempre sombrío y era parecido a su padre en casi todo, siendo lento para perdonar las afrentas, e incluso era de modales bruscos, pero no es menos verdad que también sabía ser compasivo si bien era parco en palabras (pese a que hablaba a temprana edad).
En el año 469 P.E. llegó a Hithlum una peste de Angband, el Mal Aliento se llamó, y Túrin y su hermana cayeron enfermos. Túrin sanó, pues era fuerte por naturaleza, pero su hermana murió en este mismo año y a causa de esto se volvió aún más triste y solitario depositando a partir de entonces casi todo su afecto en un hombre. Era este un leal sirviente de su casa llamado Sador, un carpintero al que Túrin llamaba afectuosamente Labadal (“Paticojo”) pues por accidente se había cortado un pie con un hacha. Con Labadal solía tener largas conversaciones y su compañía siempre le era grata, y se dice que incluso le llegó a regalar un cuchillo que su padre Húrin diera a su hijo.
Pocos años después llegó el terrible año 472 P.E., el año que nadie puede olvidar, pues se libró la desastrosa Quinta Batalla, la Nirnaeth Arnoediad. A esta batalla acudió Húrin y antes de partir mostró a su pueblo a Túrin en señal de que lo proclamaba oficialmente su heredero. Morwen estaba embarazada pero Húrin nunca más vio a su hijo ni conoció a su futura hija pues fue tomado prisionero por Morgoth y llevado a Angband y se dice que sólo con su esposa se reencontró muchos años más tarde y por poco tiempo (pues Morwen falleció al poco de volver a ver a su esposo)
Tras la victoria del Poder de Angband los Hombres del Este invadieron Hithlum y sometieron a sus habitantes dando muerte a muchos de ellos. Morwen, aunque respetada por temor (pues la veían como una bruja con trato con los Elfos) sabía que aquellas tierras no eran seguras para su hijo, y fue por ello que en este mismo año decide enviar a Túrin a Doriath, bajo la protección del Rey Thingol. Túrin partió antes de que acabara el año y a comienzos del siguiente Morwen dio a luz a una niña a la que puso por nombre Nienor (“Luto”), a la cual Túrin no habría de conocer hasta pasado mucho tiempo. Ya en el año 473 P.E. Túrin, Gethron y Grithnir (sus dos viejos guías) llegaron a los bosques de Doriath pero se perdieron a causa del Poder de Melian. Vagaron y pasaron hambre y necesidad hasta que los encontró Beleg, Jefe de los Guardianes de las fronteras de Doriath, que los llevó ante Thingol y Melian, quienes no dudaron en acogerlo con todo su cariño, y es que se cuenta que el Rey lo sentó sobre su pierna en el salón del trono en señal inequívoca de que lo aceptaba como hijo adoptivo (hecho sin precedentes en la historia de Arda) Durante su infancia en el reino élfico Melian se encargó de vigilarlo y para ello le asignó a Nellas, una de sus sirvientes, que siempre, y aún cuando ya fue mayor, lo vigiló en los bosques enseñándole también el Sindarin. Durante estos años Túrin aprendió mucho sobre ciencias, lenguas y artes, y mucho más sobre el uso del arco y la espada ya que fue instruido en su manejo por su amigo Beleg, pero hay que decir que apenas se relacionaba con nadie más (aparte de Mablung, por ejemplo), y que por ello sus amigos en el reino eran muy escasos por su carácter introvertido.
Cuando cumplió los diecisiete años, en el 481 P.E., abandonó la tranquilidad de Menegroth y durante tres años luchó junto al Arquero defendiendo las fronteras del reino. Su apariencia era cada vez más desaliñada, y apenas sí cuidaba de su pelo y de su aspecto en general. Pero Túrin había dejado en las Mil Cavernas a un enemigo; era Saeros, uno de los Nandor que se refugiaron en Doriath después de la Primera Batalla de Beleriand. Y sucedió que Túrin regresó a Menegroth en el año 484 P.E. para reparar sus armas y armadura, y a causa de su aspecto Saeros lo provocó, llegando incluso a atacarlo a traición, pero Túrin rechazó el ataque y persiguió a Saeros quien en su huida perdió pie y se estrelló contra las rocas del Río Esgalduin. Tras la muerte del Elfo Túrin abandonó Doriath, pues aunque se sabía inocente desconfió de la justicia del Rey. Y en verdad que Thingol lo habría declarado culpable de no haber sido por el testimonio de Nellas pues ella se encontraba presente en el bosque aquel día y había visto lo sucedido. A causa de sus palabras Thingol perdonó a Túrin y Beleg partió en busca de su amigo.
Túrin se dirigió hacia los bosques al sur del Teiglin y allí se unió a una banda de proscritos conocidos en algunos textos como los Gaurwaith (“Los Licántropos”) a quienes dijo llamarse Neithan el Ofendido, aunque nada más les contó sobre su persona. Estos proscritos eran un grupo de hombres desarraigados mandados por un tal Forweg, y algunos de ellos eran asesinos, siendo la mayoría vulgares ladrones. Durante un tiempo tuvo que soportar Túrin las tropelías de sus nuevos compañeros hasta que un día, por defender a una joven, mató a Forweg. Entonces fue elegido capitán de la banda y un año más tarde de su elección llegó Beleg en su busca. Sin embargo sucedió que Túrin no estaba con los proscritos a la llegada del Elfo y por ello lo apresaron y maltrataron durante varios días hasta que Neithan regresó ordenando que lo liberaran de inmediato. Túrin sintió en ese momento pesadumbre por las malas acciones que había realizado con sus compañeros y desde entonces juró que sólo daría muerte a los siervos de Morgoth. Beleg comunicó a su amado amigo que el Rey lo había perdonado y trató de convencerlo para que regresara a Doriath, pero el orgullo de Túrin le impidió aceptar el perdón que se le concedía, pues no quería dar lástima o compasión a nadie, y en lugar de regresar intentó convencer a su amigo para que se quedara con él. Beleg no quiso aceptar la oferta y al día siguiente partió de regreso, pero antes de despedirse Túrin tuvo una premonición y dijo al Elfo que si algún día deseaba reunirse con él lo buscara en Amon Rûdh.
Tras la partida del Arquero, Túrin llevó a sus hombres al oeste del Valle del Sirion en busca de un refugio seguro, y dio la casualidad de que una noche se encontraran con tres enanos, de los cuales atraparon a uno que se llamaba Mîm, apodado el Enano Mezquino. Túrin tuvo piedad del viejo Enano pero le pidió que a cambio de su vida les guiara a él y a sus hombres a su morada. Mîm aceptó el trato y por senderos secretos los condujo a Amon Rûdh, y desde entonces el Enano Mezquino llamó a su refugio Bar-en-Danwedh, “La Casa del Rescate” Al entrar Túrin se encontró con que uno de sus hombres, un tal Andróg, había herido de muerte a uno de los hijos de Mîm (pues estos huyeron y no fueron capturados), y al ver que ya había fallecido sintió gran pena por el viejo Enano, ofreciéndole como recompensa una gran cantidad de oro por su hijo muerto. Mîm se asombró entonces ante estas palabras, y descubrió en Túrin un noble porte digno de un rey y a causa de esto permitió a su captor que morara en su refugio junto con sus hombres tal y como antes hubieran convenido. Durante un tiempo Túrin tuvo largas charlas con Mîm, y gracias a ellas conoció su historia y su saber, llegando incluso a sentir aprecio por su nuevo amigo.
Al año de estar en Amon Rûdh se produjo el inesperado regreso de Beleg. Corría el año 487 P.E. y el reencuentro fue muy alegre. Beleg trajo consigo el Yelmo-Dragón de Dor-lómin, y pese a esto su amigo no quiso regresar a Doriath pues tenía deseos de gobierno y de tener tierras propias, pero pese a ello Beleg permaneció con Túrin ayudándolo tanto a él como a sus hombres. La llegada del Arquero produjo que Túrin hiciera cada vez menos caso a Mîm, quien desde entonces pasaba las horas junto con su hijo Ibun en las profundidades de su caverna sin hablar con nadie. Pero tras este breve momento de tranquilidad del Poder de Angband proyectó nuevos males y los Orcos avanzaron por Anach y tomaron Dimbar junto con las fronteras al norte de Doriath. Túrin volvió a vestir el Yelmo de Hador y junto con Beleg inició una implacable cacería contra los siervos de Morgoth, extendiéndose rápidamente por toda Beleriand el eco de las hazañas de los Dos Capitanes (pues así se les conoció en aquella época) Túrin asumió el nombre de Gorthol, “El Yelmo Terrible”, pero sucedió que las noticias de los intrépidos guerreros llegaron pronto a Angband y Morgoth supo que se trataba del hijo de Húrin cuando sus espías le informaron de que un gran guerrero portaba de nuevo el Yelmo-Dragón. Acababa el año 489 P.E. cuando Mîm y su hijo Ibun, que habían salido a recoger provisiones para pasar el invierno, cayeron en una emboscada de los Orcos y fueron obligados a que les guiaran al refugio de Túrin. Y de este modo llegaron inadvertidos y en la oscuridad de la noche, y por ello dieron muerte a los proscritos y a Túrin lo tomaron preso.
Los Orcos lo llevaron hasta Anfauglith, y Túrin tuvo que soportar el maltrato de estas criaturas que se mofaban de él tratándolo con saña y crueldad. Mas sucedió que Beleg no había sido muerto en la matanza de Barad-en-Danwedh, y tras matar a los centinelas y a los lobos del campamento de los Orcos (el cual fue encontrado gracias a la ayuda de un Elfo llamado Gwindor) se dispuso a liberar a su amigo de los grilletes que le aprisionaban. Pero Beleg hirió accidentalmente al hijo de Húrin en un pie y al despertarse de súbito Túrin creyó que se trataba de un Orco. Túrin fue contundente y tras arrebatarle la espada mató con ella a Beleg Cúthalion. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho quedó paralizado y sumido en un dolor inmenso, y de no haber sido por la ayuda de Gwindor y por un súbito y oportuno temporal que azotó la zona habrían caído en manos de los Orcos. A la mañana siguiente Túrin y Gwindor cavaron la tumba de Beleg, pero el hijo de Húrin estaba enloquecido por tan luctuoso suceso y las ganas de vivir abandonaron su corazón. Gwindor tomó a Anglachel (la espada que portaba Beleg) y tomó a su compañero guiándolo hasta cruzar el Sirion, ya llegando a Eithel Ivrin, lugar donde nacía el Narog. Gwindor gritó a Túrin ordenándole que bebiera de las aguas del lago donde decía que el poder de Ulmo estaba presente y cuando bebió de la gélida agua cayó al suelo y rompió a llorar, curándoles así de su locura. En este lago compuso una triste canción en honor de Beleg llamada Laer cú Beleg, “El Canto del Gran Arquero”, y tras cantar en voz alta Gwindor le dio la espada Anglachel.
Ambos se dirigieron a Nargothrond, pues el Elfo era hijo de Guilin (uno de los Señores del reino fundado por Finrod y del que ahora Orodreth era el Rey), y cuando viajaban por las orillas del Narog los exploradores élficos que vigilaban la zona los llevaron a la secreta morada. Estamos ya en el año 490 P.E. y de este modo Túrin llega al poderoso Reino Elfico. Allí fue admitido gracias a Gwindor y cuando este fue a decir su verdadero nombre Túrin se lo impidió presentándose ante todos como Agarwaen, “Manchado de Sangre”, y dijo ser un simple cazador de los bosques. En los años siguientes Túrin se ganó la estima de Orodreth y tuvo gran consideración entre los habitantes de Nargothrond, quienes le llamaban Adanedhel, “El Hombre-Elfo”, a causa de su piel clara y sus cabellos oscuros, y porque se decía que su rostro era el más bello de todos los hombres mortales, llegando incluso a ser comparado con los propios príncipes de los Noldor.
En Nargothrond reforjaron su espada que desde entonces fue conocida como Gurthang, “Hierro de la Muerte”, y gracias a sus hazañas en el combate fue conocido como Mormegil, “La Espada Negra”, y los Elfos lo creían inmortal e invencible, y para que tuviera mayor protección en la batalla lo vistieron con una cota de malla forjada por los Enanos, y su caso dorado de los Naugrim causaba el terror en sus enemigos (en algunas Crónicas se dice que también portaba el Yelmo-Dragón en ocasiones) Sucedió entonces que Finduilas, hija de Orodreth, que en principio estaba enamorada de Gwindor, volvió su corazón al hijo de Húrin. Gwindor, enterado de esto, decidió contarle que en realidad se trataba de Túrin, hijo de Húrin, advirtiéndole de la maldición que sobre él pesaba, mas pese a todo Finduilas no cambió de parecer. Cuando Orodreth se enteró del verdadero nombre de Mormegil le rindió grandes honores y se hizo aún más poderoso de lo que ya por sí era por aquel entonces. A partir de este momento su relación con Gwindor se vio relegada y sus consejos eran siempre escuchados por el Rey en detrimento de los del hijo de Guilin, y fue por indicación suya que los Noldor construyeron un gran puente entre el Narog y Nargothrond para permitir la salida de un gran ejército. Se inició entonces una guerra abierta contra los Orcos de la región, y de la antigua táctica basada en el ocultamiento y el secreto se pasó al ataque frontal. Los enemigos de la zona fueron todos derrotados y expulsados y a causa de esto supo Morgoth la ubicación del reino élfico y pronto proyectó nuevos males para acabar con sus odiados enemigos.
Túrin ignoró los consejos de Gelmir y de Arminas, dos Eldar enviados por Círdan y que aconsejaban destruir el puente construido para evitar la ruina del reino, pues Mormegil sólo pensaba en la guerra y en destruir a todos sus enemigos y a causa de esta mala decisión en el año 495 P.E. el Poder de Angband envió sus legiones de Orcos contra Nargothrond, y al frente de ellos avanzaba Glaurung, Padre de los Dragones de Angband, y nadie podía frenar su implacable avance. Ante tal amenaza Túrin no se amedrentó y junto con Orodreth y todos sus ejércitos salieron al paso de los invasores. Los Elfos fueron derrotados por los Orcos y por Glaurung, siendo rechazados al campo de Tumhalad donde se libró una batalla (del mismo nombre) en la que Orodreth fue muerto. Gwindor había sido herido de muerte pero antes de morir pidió a Túrin que ya que había traído la desgracia al reino al menos regresara para salvar a Finduilas, pues su amor por la Noldo aún no se había marchitado. Túrin regresó a toda prisa a Nargothrond mas sus enemigos se le habían adelantado y por causa del puente que Túrin mandara construir Glaurung avanzó sobre él y derribó las puertas de la ciudad. A la llegada de Mormegil casi había acabado el saqueo de la ciudad pero en un último intento y desesperado intento trató de liberar a un grupo de cautivas apresadas por los Orcos. Mas no logró su propósito, porque Glaurung apareció de súbito por las puertas de Nargothrond. Túrin atacó con valor al Dragón (en algunos escrito se señala que en esta ocasión es probable que portara el Yelmo de Hador) pero este paró el golpe y acto seguido le lanzó un hechizo que lo paralizó, y tan sólo alcanzó a ver que entre los cautivos se encontraba Finduilas. El Gusano de Angband lo liberó del hechizo, y Túrin intentó atacarlo en los ojos, mas su adversario retrocedió amenazándolo con darle muerte allí mismo si intentaba algo contra él, y con sus malignas palabras le dijo que lo que tenía que hacer era acudir a Dor-lómin para salvar a su madre y a su hermana de los Orcos, ya que si intentaba rescatar a Finduilas estas morirían. Túrin, aún aturdido por el hechizo del Dragón, creyó en las falsas e intencionadas palabras de Glaurung y salió corriendo en dirección a Hithlum pensando que su familia corría peligro.
Dicen que corrió sin descanso al menos cuarenta leguas, y que tras llegar a los estanques de Ivrin prosiguió por los pasos de Dor-lómin hasta llegar a inicios del año 496 P.E. a la tierra que le viera nacer. Allí encontró su casa vacía (pues años antes Morwen y Nienor habían partido hacia Doriath en busca de refugio) y por ello se dirigió a la casa de Brodda, Jefe de los Orientales, donde Aerin (una pariente de Húrin tomada por Brodda como esposa) le dijo que dos años antes su madre y su hermana habían abandonado su hogar. Como no le decía cuál era su paradero amenazó con su espada a Brodda y exigió que se le dijera dónde estaba su familia. Aerin le contó entonces que se habían ido a Doriath y Túrin comprendió el engaño de Glaurung y a causa de la furia que en ese momento sintió dio muerte al Oriental y a los invitados que con él se encontraban. Tras la matanza abandonó Dor-lómin y regresó al Valle del Sirion y con rapidez emprendió la búsqueda de Finduilas pensando que sus parientes estaban protegidos bajo el poder de Melian. Pero no logró encontrar huella alguna a causa del tiempo transcurrido y deambulando por los bosques se encontró con un grupo de hombres de Brethil que estaban siendo atacados por los Orcos. Sin dudarlo desenvainó a Gurthang y puso en fuga a los siervos del Oscuro y tras esto se presentó ante los Haladin como el Salvaje Hombre de los Bosques, pues no quería decir su verdadero nombre. En agradecimiento los hombres del bosque le pidieron que se quedara con ellos pero les dijo que no podía, pues su cometido era encontrar a la hija de Orodreth. En ese momento Dorlas, jefe de estos hombres de Brethil, le dio la noticia de que había muerto hacía un tiempo, pues sus hombres habían atacado a un grupo de Orcos, cerca de las fronteras del bosque, que llevaban a un grupo de cautivas, y que no pudieron hacer nada para salvarla. Túrin fue conducido al túmulo de Haudh-en-Elleth (“Túmulo de la Doncella Elfo”) y allí el hijo de Húrin cayó en una oscura nube de dolor y de pena. Sin embargo Dorlas vio la Espada Negra que portaba y supo al instante que en realidad se trataba de Mormegil (del que Finduilas, antes de morir, le había hablado), el valiente Capitán de Nargothrond e hijo de Húrin, y le rindieron grandes honores y lo condujeron a Ephel Brandir, sobre Amon Obel. Esta era la morada del Pueblo de Haleth formada por los que habían sobrevivido a las guerras y su cacique era Brandir, hijo de Handir, quien sintió una desazón al saber de quién se trataba, si bien sintió pena por su triste destino y cuidó de él pues era hábil en las artes de la curación.
Con la llegada de la primavera Túrin se restableció por completo y en un intento de olvidar su pasado adoptó el nombre de Turambar, “Amo del Destino”, y pidió a los habitantes del lugar que olvidaran quién era en un intento de escapar de su negro destino, pero no por ello abandonó la guerra contra los Orcos, y si bien no portó más su espada (para intentar no ser reconocido) logró sin embargo mantener a los Orcos a raya de los dominios del bosque de Brethil. Sucedió entonces que en una de sus incursiones cerca de los Cruces del Teiglin se encontró con una mujer desnuda que yacía inconsciente sobre el túmulo de Haudh-en-Elleth. Los habitantes del bosque la recogieron y la llevaron a Brethil donde cuidaron de ella. Túrin preguntó el nombre a la mujer, pero esta, que no era siquiera capaz de entenderle, se echó a llorar y por ello la llamó Níniel, “La Doncella de las Lágrimas” Al día siguiente la condujeron a Ephel Brandir, donde las mujeres del lugar le fueron enseñando a hablar de nuevo, y donde el Jefe de los Haladin se encargó de sus cuidados logrando sanarla en cuerpo y mente, mas pese a esto Níniel no lograba recordar nada de lo que le había sucedido. Túrin pasaba mucho tiempo con ella y al poco la mujer se enamoró de él. En esta época la paz se había asentado en Brethil y Túrin no iba a combatir a las fronteras, y sucedió que también él se enamoró de Níniel y la pidió en matrimonio si bien ella no lo aceptó por el momento. Brandir, que también se enamoró de la bella joven, se enteró de lo ocurrido y en un intento por alejarla de Turambar acudió a ella y le contó que en realidad se trataba de Túrin, el hijo de Húrin, pero Níniel no reconoció este nombre si bien desde entonces se dice que una sombra nubló su corazón.
Al año siguiente, ya en el 498 P.E., volvió a pedir su mano y esta vez Níniel aceptó, celebrándose el enlace en mitad del verano en medio de una gran fiesta. Aun no había acabado el año cuando Glaurung envió a sus Orcos para atacar Brethil. Túrin no quería acudir a la guerra, pues tal fue la promesa hecha a su esposa, que si se casaba con él dejaría las armas, pero Dorlas le recriminó que no ayudara a los que ahora eran su pueblo y por ello Túrin tomó de nuevo su espada Gurthang y se puso al frente de sus hombres. Glaurung tuvo entonces noticias de que la famosa espada estaba ahora en Brethil y no tardó en proyectar nuevos males para derrotar definitivamente a su odiado enemigo. Y así fue que en la primavera del año siguiente Níniel quedó embarazada y por ese entonces llegaron los rumores de que el Gusano de Angband había abandonado Nargothrond. Al llegar el verano los vigías de las fronteras informaron de que el Dragón había llegado a los límites del bosque y que se encontraba cerca de las orillas del Teiglin. El temor se apoderó de los habitantes del bosque que ahora estaban en peligro y Túrin decidió él mismo ir a su encuentro para evitar que arrasara el bosque y matara a sus habitantes.
Túrin sabía que era este su destino, dar muerte al Dragón o morir en el intento, y por ello pidió ayuda a los Haladin mas todos tenían mucho miedo y tan sólo Dorlas y Hunthor (quien se ofreció en lugar de Brandir) se ofrecieron a ayudarlo en tan peligrosa misión. Túrin se despidió de una angustiada Níniel, y ésta tuvo malos presagios sintiendo que algo malo iba a suceder, pero pese a todo Túrin se dirigió con valentía al lugar donde reposaba el Dragón. Mientras acudía a su encuentro se enteró de que su adversario yacía en Cabe-en-Aras, justo donde el río dibujaba una estrecha hendedura por la que habría de pasar para internarse en Brethil, y por ello resolvió atacar allí al Dragón aprovechando lo favorable del terreno en torno suyo. Al ir a cruzar el río Dorlas se amedrentó y huyó al bosque pero pese a esto Túrin y Hunthor siguieron adelante y lograron cruzar el río. Glaurung estaba dormido pues ya había oscurecido, mas antes de la media noche despertó súbitamente y lanzó una gran llamarada que casi acaba con la vida de los dos valientes guerreros. Entre el humo y el horrible hedor buscaron el camino para acercarse al Dragón pero Hunthor murió por una piedra desprendida cuando la bestia comenzó a moverse para atravesar el río. Túrin hizo acopio de todo su valor y aprovechando que se encontraba bajo el paso de la vil criatura desenvainó a Gurthang y la clavó en la barriga de Glaurung con todas sus fuerzas enterrándola hasta la empuñadura. Los bramidos de la bestia fueron espantosos a causa del dolor causado por la mortal herida, y en su agonía arrasó todo lo que tenía a su alrededor con su ardiente aliento, tras lo cual quedó inmóvil.
Túrin quiso entonces recuperar su espada y acercándose al animal se dispuso a retirarla del vientre, más al sacarla de las entrañas un chorro de negra sangre le cayó en la mano y se la hirió. En ese instante Glaurung abrió los ojos y sumió a Túrin en la oscuridad cayendo este al suelo como si estuviera muerto. Y así lo encontró Níniel, y pensó que había muerto, pero aún el Gusano de Angband seguía con vida y despojándola entonces del hechizo que años antes le lanzara le dijo quién era en realidad. Níniel recuperó la memoria y se dio cuenta de que su amado Turambar era en realidad Túrin, su hermano (pues Níniel era en realidad Nienor, hija de Morwen), y tras ser consciente de todo lo sucedido se arrojó por el borde de Cabed-en-Aras a las aguas del río y allí encontró la muerte.
Al rato se recuperó Túrin, pues Glaurung había muerto defintivamente, y al acercarse a Brandir y a los haladin que allí se congregaron les informó de que el Dragón había sido muerto, pidiendo ver de inmediato a su esposa. Brandir le dijo que Níniel había muerto (pues él había sido testigo de lo ocurrido) pero Túrin no podía creer que esto fuera cierto, y por ello el Jefe de los Haladin le contó lo que había oído, que Níniel era en realidad Nienor, la hija de Húrin, y que por obra de Morgoth y de los hechizos del Dragón toda su familia era presa de la desgracia y de una terrible maldición. Ante tales palabras Túrin montó en cólera y mató a Brandir, huyendo por los bosques hasta que llegó a Haudh-en-Elleth, donde calmó su arrebato y se puso a pensar en lo sucedido. Al poco de estar meditando llegó Mablung con una compañía de Elfos de Doriath con el propósito de ayudarle a dar muerte al Gusano, pero Túrin les dijo que ya estaba muerto y les pidió noticias sobre su familia. Mablung no tuvo más remedio que decirle con gran pesar que Morwen se había perdido, y que su hermana Nienor había caído bajo el influjo de un hechizo de olvido lanzado por Glaurung, y que por ello se había extraviado al norte de las fronteras de Doriath. Al escuchar estas palabras Túrin comprendió la verdad de todo lo sucedido y se dio cuenta de que Brandir no había mentido, y corriendo presa de la locura y la desesperación huyó del lugar raudo como el viento hasta llegar a Cabed-en-Aras. Allí desenvainó su espada y tras arrojarse sobre su aguda punta corrió al encuentro de la amarga muerte, tras lo cual la negra hoja del arma se partió en dos. Mablung llegó al lugar cuando Túrin había fallecido y ayudado por los Elfos y los Hombres de Brethil depositaron su cuerpo en un gran túmulo y a su lado depositaron los fragmentos de la espada. Allí cantaron un triste lamento por tan amarga pérdida y en su honor grabaron en una roca estas palabras en la escritura de Doriath: “Túrin Turambar Dagnir Glaurunga” y debajo escribieron “Nienor Níniel”, si bien el cuerpo de su hermana nunca fue encontrado.
Años más tarde, en el 500 P.E., Húrin enterró en este mismo sitio el cuerpo de su esposa Morwen, y se dice que tras la Guerra de la Cólera, después del hundimiento de Beleriand (a finales de la Primera Edad), esta tumba no se hundió en el mar con los cataclismos, pues las tierras a su alrededor sobrevivieron al desastre formándose así la isla conocida como morwen'>Tol Morwen, en cuyas tierras permanece aún el túmulo conmemorativo de Túrin, Nienor y Morwen.
Mas los Sabios dicen que al final de los tiempos, cuando llegue la Dagor Dagorath, Túrin, que espera en las Estancias de Mandos, regresará de entre los muertos, y que junto con Tulkas y Eönwë dará muerte definitiva a Melkor con su Espada Negra, vengando de este modo todos los pesares padecidos por la Casa de Húrin; pero estos tiempos aún están por llegar, y en los días posteriores su recuerdo perdura en los cielos, pues la constelación de Menelmakar, la Espada del Cielo, aparece mencionada en algunos textos en relación con la figura de Túrin Turambar.
Fuentes:
- El Silmarillion
- Cuentos Inconclusos